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Opiniones

La arrogancia del poder

Por Cristian Jímenez

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“Sé humilde cuando te vean subir, para que te aprecien cuando te vean bajar”

La arrogancia del poder es propia de los funcionarios que ignoran las normas que rigen la administración pública, llevándose por delante los buenos modales.

Se vuelven petulantes y groseros con sus subalternos y sus gobernados, como una forma de eludir sus responsabilidades y el desconocimiento que tienen para el ejercicio eficiente de sus cargos -sin darse cuenta que con sus ordinarieces están alimentando un petardo, que tarde o temprano estallará en contra de sus propios intereses-.

No hay peor funcionario que aquel que se cree infalible, ya que cualquier decisión desacertada se puede convertir en un gravísimo error que se puede pagar con costos políticos y sociales demasiados altos, para posteriormente quedar en procesos de orden moral y penal.

La arrogancia del poder, la mayoría de las veces, produce efectos inmediatos y secundarios en la opinión pública, al mismo tiempo que se gana el desprecio de muchos, incluyendo el de sus partidarios -sin olvidar que estas acciones le vienen muy bien a la oposición, tanto para desvalorizar a quienes cometen tales errores, como para darles continuidad a sus críticas-.

¡Manos a la obra, señores funcionarios, a poner a volar su imaginación! Menos politiquería y menos arrogancia; más gestión con diligencia, humildad y patriotismo.