Por Juan Martínez Luque
Nadie hasta ahora ha osado criticar la innoble actuación de la iglesia en esta guerra de Ucrania.
Todos hemos observados las muestras de fe que Vladimir Putin ha mostrado al mundo. Cómo descendía en la escalera de madera, se persignaban con rapidez y se sumergía tres veces en el agua gélida mientras rogaba a Dios que perdonara sus pecados. Su mirada, sin embargo, parecía desafiante.
Era antes de la invasión a Ucrania, antes de matar a niños en las escuelas que enseñan educación y que buscan el desarrollo para un futuro mejor, antes de arrojar bombas en hospitales donde personas indefensas luchan contra la muerte, antes de destruir hogares que tanto sacrificio supone para los ciudadanos que dedican gran parte de su vida a alcanzar el sueño final de obtener una vivienda digna, antes incluso de enviar a sus jóvenes soldados a un guerra que solo mata, porque nunca pudieron negociar en busca de paz, aunque a pesar de tanto abuso bélico, Putin aseguraba que no habría guerra ni invasión, que todo eran especulaciones de los americanos y que las tropas en operaciones especiales cerca de la frontera regresarían a sus cuarteles, además, culpó de “histeria” las acusaciones infundadas de Occidente.
En ese mismo momento mentía de forma habitual, como siempre hizo, con la misma sangre fría de un hombre que carece de alma, al igual que el otro gran precursor de la guerra, el Patriarca de Moscú, que exigió a Putin la ofensiva porque la Iglesia Ortodoxa Rusa quería conquistar a los rebeldes ortodoxos ucranianos y someterlos a una humillación religiosa, también marcada por el protagonismo que expone al Patriarca ante fieles que no comprenden por qué la Iglesia se alista a las guerras.
Eso no es religión. Eso no es fe católica. Eso no es humanidad, ni invita a los fieles a asistir a las iglesias porque todos se preguntan; ¿en qué bando está Dios?
¿Quién se ocupa pues de salvar almas en este mundo donde la Iglesia Ortodoxa Rusa, en lugar de amor, predica guerra y conmemora sus batallas, en el silencio de la meditación porque un Patriarca falso proclama violencia y se olvida de niños, enfermos, y ancianos en el mismo aceptará jamás? tiempo que su ejército empujó al infierno de Ucrania, masacre que ninguna religión.
Ese rito católico no cura pecados, ni es pacífico, e incluso todos se preguntan si es religioso, porque aparentemente bélico destruye todo cuanto se opone a él.
Los fieles católicos de buen corazón, o mejor, los seres humanos, deben al mismo tiempo que se persignan mostrar caridad hacia el prójimo, limpiar sus impurezas y rezar por un mundo más justo y equilibrado para todos.
Esa señal de la cruz entre la frente y el cuerpo debe ablandar el alma y no exponer músculos de un cuerpo que quiere dominar al mundo y conquistar territorios pasados. La señal de la cruz es el signo de la concordia y no admite violencia.
Más de la mitad de los ucranianos son cristianos ortodoxos, y sólo el 15% pertenece al Patriarcado de Moscú, cuyo papa, el Patriarca Kirill, ha llamado para preservar la Patria Histórica común de Rusia que, según él, incluye a Ucrania, Bielorrusia y otros territorios.
El Patriarca de Moscú debe ser un consejero espiritual para Vladimir Putin, pero nunca un impulsor de la violencia.
Ese gran líder religioso, ese denominado, Cirilo I de Moscú, es el instigador de la guerra contra Crimea, Ucrania, Oseta u otras, porque en sus homilías, mirando a sus fieles, se permitía dirigir palabras llenan de odio: “Fuerzas externas oscuras y hostiles se ríen de nosotros. Debemos hacer todo lo posible para mantener y proteger nuestros pueblos y al mismo tiempo mantener nuestra Patria histórica, incluida Ucrania y Bielorrusia”
No entiendo entonces: ¿Qué es la religión? ¿Cómo es posible que un líder de una iglesia mantenga tanta violencia desde pulpitos que deberían predicar paz y justicia? ¿Por qué no condena la agresión rusa e intenta impedir más muertes inocentes? ¿Qué es Patria Histórica traducida en tiempos de tanta venganza y crimen? ¿Y los niños muertos en las filas de los inocentes?
Y ese Patriarca es el hombre espiritual más cercano a Putin. El asesor, que jamás manifestó piedad por los inocentes caídos en esa feroz guerra, tampoco mostró lástima a esas madres que lloran los cadáveres de sus hijos.
Ese patriarca secular; Kirill, es el que siempre ha bendecido las armas. y las guerras de Rusia en el extranjero. El mismo que ha justificado una y otra vez la represión policial en cada manifestación donde inocentes ciudadanos eran encarcelados y golpeados.
El que bendice carros de combates y misiles expuestos durante el desfile militar ruso, rociando con un hisopo de agua bendita, las mismas armas que ahora matan a ucranianos inocentes.
Es difícil de comprender que un patriarca religioso apoye y defienda la idea de una “Gran Rusia”, aunque para ello sea necesario matar para conquistar.
Dymitro VOVK, de la universidad de Yaroslav (Ucrania), escribió: “No hay argumentación económica para este conflicto, no hay argumentación política racional alguna, es algo, como he dicho, religioso en un sentido antropológico amplio”
Esta actitud de inhumanos católicos lo podemos confirmar si nos referimos a las palabras de Cristo que ya advertía en Mateo 15:8,9: “Este pueblo me honra de labios para fuera, pero su corazón está muy lejos de mí. De nada sirve que me estén adorando, porque enseñan doctrinas que son mandatos de hombre”
Estamos ante una Cruzada rusa que es contraria a la religión católica. Kirill la llama Guerra Santa y el resto del mundo ortodoxo desaprueba al Patriarca y muestra su disconformidad. Hemos llegado al punto de ruptura religioso donde los católicos se movilizan con el ejército ucraniano mientras las dos comunidades ortodoxas se enfrentan entre sí, rompiendo sus alianzas entre ellos.
Los fieles se movilizan con el Ejército ucranio y se separan según su fidelidad a Moscú o Kiev, que ahora abre sus brazos para acercarse a la Iglesia Ortodoxa de Rumania y Constantinopla, alejándose del Patriarca Kirill.
Es evidente después de estas divergencias, que un paralelismo invita a comprobar que la tensión política y religiosa es provocada por la envidia entre sus obispos.
Existen pruebas religiosas de esta invasión.
El arzobispo Epifanio, desde Kiev, envió una carta abierta dirigida al Patriarca Kirill, acusándolo de la matanza de los ciudadanos ucranianos, mostrando su desacuerdo y denunciando la forma bélica de mostrar la religión de los ortodoxos rusos: “Está claro que mantener el compromiso de Putin y el de los dirigentes rusos es mucho más importante para usted que cuidar del pueblo ucraniano, alguno de los cuales consideraban a Usted como único Patriarca antes de la guerra”
Este es sin duda alguna, el cisma de ambas iglesias ortodoxas que invita a pensar en la separación definitiva de Moscú y Kiev, apartando a Moscú de toda relación espiritual.
Ahora pues encontramos que los ortodoxos están dividas, los Patriarcados perdieron la identidad común porque en lugar paz espiritual, Kirill empujó a una invasión cargada de muertos.
Putin se agiganta en su decisión de conquista porque la Iglesia Rusa está a su lado y presenta la invasión como una Guerra Santa ante un supuesto genocidio por motivos religiosos -destaca el teólogo Jesús Martínez Gordo.
La guerra continua y Roma tampoco grita, se estanca en un medio silencio casi sordo. El Papa Francisco, nunca nombró a Rusia en ninguna de sus homilías, ni sancionó los crímenes de guerra, ni mencionó a los niños alcanzados con las balas rusas, tampoco en ninguno de sus entrevistas, tampoco nombró a Rusia como agresor, ni condenó a Putin por sus atrocidades.
¿Para qué necesitamos un Papa que debería ser el reflejo de la cruz, de la paz y no de la hoz y el martillo porque en numerosas ocasiones se ha presentado como un Papa de izquierdas?
También del pueblo, aunque todos nos preguntamos de qué pueblo.
La Iglesia Católica debe dar la mano a los mas débiles, a los que sufren injusticias, a los que son agredidos, a la paz, al bienestar, a la comprensión, al dialogo, y nunca debe entrar en esa espiral salvaje de la política, porque la religión no comulga ni con política ni con terror.
Papa Francisco, despierta y mira al mundo con ojos de religioso y verás como tu corazón te conduce al otro lado de la acera, donde no hay socavones que matan ni bombas que destruyen.
Juan Martínez Luque
Desde España