Por Tony Perez
El comentarista Ricardo Nieves es blanco del cañoneo de algún individuo o sector en vista de sus ácidos ataques a la corrupción y la impunidad gubernamentales, y al accionar en el país de la poderosa transnacional brasileira Odebrecht, centro de un escándalo internacional de soborno, sobrevaluaciones y lavado de activos.
Yerran con esa rancia táctica quienes, desde el Estado o desde la sombra tenebrosa del oportunismo, disparan sus balas de descrédito contra ese inquieto profesional. Si la embestida viene del lado oficialista, la única cosecha es el embarre; si proviene de la empresa extranjera o de algún enemigo encubierto, los daños serían leves, se borrarán con el paso de las horas, salvo que apuesten un desenlace fatal.
A distancia, percibo a Nieves como un tipo honesto, apasionado y coherente en las actividades en que se involucra: desde la filosofía, el derecho y la medicina, hasta su activismo casi enfermizo a favor de los “hijos de Machepa”, sin esperar más recompensa que la satisfacción. Eso basta para preservarlo y respetarlo, aunque cause escozor con sus descarnados comentarios. No los hace con base en la extorsión, el chantaje y el despecho, trípode perverso muy de moda en el quehacer comunicacional dominicano.
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Él, salvo que alguien demuestre lo contrario, no es un mentiroso patológico, ni un difamador. No teme al poder político; tampoco al empresarial. Ataca sin esperar autos de lujo, mansiones, viajes, fincas, “empresas prósperas”, cuentas bancarias. Con esa actitud intransigente, seguro que horada epidermis de mañosos de todas las épocas y de todos los colores, acostumbrados a comprar silencios a cualquier precio. Y eso lo hace vulnerable.
Así que los enemigos de él no están en el Gobierno; plantearlo así resulta un sesgo peligroso. Los verdugos medran en todas partes: lejos y cerca, arriba, abajo y en el frente, y siempre conspiran. Son los intolerantes manifiestos y encubiertos, los convencidos de que, con don dinero, se resuelve todo, incluso “taparle” la boca a cualquiera.
De eso debe de tener conciencia Nieves y quienes, como él, desde cualquier escenario han optado por un ejercicio profesional responsable. Una práctica distante de la bulla y el oportunismo de la trulla de improvisados y arrogantes que ha invadido los medios, y tiene la cola más larga que un cometa. Tan corruptos, tan delincuentes como las personas que denuncian con estridencia, aunque se disfracen de ovejitos mansos
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