Por Raúl Mejía Santos
Estados Unidos juega un papel de alto riesgo. Abandona la diplomacia tradicional para asumir acciones beligerantes contra potencias rivales alrededor del mundo. El gobierno de Trump busca afianzar supremacía y legitimar su posición ante la comunidad internacional como “dueño y señor”, sin tomar en cuenta las alianzas y canales de dialogo para desactivar potenciales conflictos armados.
Los casos que provocan mayor preocupación son Rusia y Corea del Norte. Estos países, con capacidad nuclear inimaginable, protagonizan actos de intimidación para provocar la movilización militar de los estadounidenses, rememorando los tiempos de la antigua Guerra Fría.
Rusia, por ejemplo, archirrival del mundo capitalista tradicional, incrementa operaciones en las cercanías del espacio aéreo y aguas territoriales de Estados Unidos, patrullando con bombarderos nucleares y cruceros espías de la armada rusa. Las incursiones cerca de Alaska son más frecuentes, siendo este el punto geográfico más cercano entre ambos países.
La supuesta alianza entre el presidente Putin y Trump aparenta nunca haber existido, aunque muchos aún aseguran que la intervención de los rusos en el pasado proceso electoral norteamericano le costó la victoria a Clinton y al partido demócrata.
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El presidente Putin es astuto y entiende oportuno retar la hegemonía norteamericana, más considerando las profundas divisiones étnicas, políticas, económicas y sociales en Estados Unidos. La intervención rusa en Siria a favor del presidente Al-Assad no es casualidad, desean afianzar en el poder a un viejo aliado y mantenerse activos en una zona volátil. El Medio Oriente es un punto estratégico que no pueden descuidar.
Corea del Norte preocupa aún más. La retórica amenazante continúa provocando altos niveles de tensión en la cuenca asiática. Corea del Sur y Japón también ubican en la mirilla del régimen totalitario de Pyongyang, quienes retan el llamado al desarme e inicio de negociaciones multilaterales que incluyan a China.
El afamado portaviones nuclear USS Carl Vinson navegó hasta la península coreana, exhibiendo su poderío bélico durante ejercicios marítimos en la zona, ordenados por la plana mayor del Pentágono. Acompañado de otros navíos y un submarino nuclear, dicha embarcación clase náutica Nimitz, la más poderosa en el arsenal de la armada de Estados Unidos, es capaz de desatar el mollero militar norteamericano por aire, mar y tierra. Basta una orden de su comandante en jefe, el presidente Trump, para abandonar los simulacros e iniciar operaciones militares contra Corea del Norte.
Los norcoreanos buscan forzar concesiones de occidente para mantener el régimen intacto. Están renuentes al dialogo, e insisten en desarrollar un cohete intercontinental capaz de alcanzar la costa oeste estadounidense, incluyendo los estados de Washington y California. El escenario sería catastrófico, considerando los grandes centros urbanos en esa región.
Vivimos tiempos difíciles, las amenazas son múltiples y nuestro entorno depende de las decisiones que tomen quienes ostentan el poder político. La capacidad destructiva hoy no tiene comparación, ojala impere la sensatez, cordura y el dialogo.
