27 de enero de 2017. Cena privada en la Casa Blanca. Donald Trump no se anduvo con titubeos. Encaró al director del FBI, James Comey y le preguntó si iba a serle leal. “Seré honesto”, fue la contestación. Tres meses y medio después, el presidente de Estados Unidos despediría a Comey y le acusaría públicamente de ser un “fanfarrón”. Una destitución que ha abierto la mayor crisis del mandato y ha puesto en duda la disposición de Trump a que la investigación de la trama rusa llegue a buen puerto.
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Como ya es habitual en el presidente, durante la entrevista a NBC Trump hizo uso de la imprevisibilidad y no tuvo reparos en pulverizar las prolijas explicaciones dadas en días anteriores por él mismo y sus portavoces sobre el despido de Comey. Ante el pasmo de la Casa Blanca afirmó que tenía decidido despedir al director del FBI desde hacía tiempo y “más allá de toda recomendación”.
Hasta ahora, la versión oficial mantenía que la decisión se adoptó después de que el ayudante del fiscal general hubiese recomendado su destitución después de informar por escrito que en julio pasado el director del FBI había cometido un grave error al decidir por su cuenta cerrar el caso de los correos de Hillary Clinton. Este documento fue citado por el mismo Trump en su carta de despido.
Pocos lo creyeron. Transcurrido casi un año, se trataba de un episodio olvidado y sin transcendencia penal. La oposición y la mayoría de los medios han señalado que la defenestración se debió al intento del presidente de acabar con un personaje incómodo y poco flexible, empeñado en averiguar si el equipo del republicano se había coordinado durante las elecciones con el Kremlin para atacar a Clinton.
Una explicación que Trump rechaza tajantemente. Aunque no niega que fue el caso ruso lo que tuvo en su mente al fulminar a Comey. “Cuando decidí hacerlo, me dije a mí mismo que esta cosa rusa, este asunto entre Trump y Rusia, es una historia inventada, una excusa de los demócratas por haber perdido unas elecciones que deberían haber ganado”, afirmó el mandatario. Nuevamente, atacando cuando se ve rodeado.