Por Raúl Mejía Santos
Como buen dominicano de la diáspora trato de mantenerme informado sobre los acontecimientos de mayor trascendencia en mi país, veo y escucho programas criollos aunque me encuentre distante de las playas de mi amada Quisqueya. Hasta consumo los productos que se importan y venden en el mercado local, como el “jabon de cuaba”, azúcar morena y la inconfundible cerveza nuestra.
Así las cosas, confieso haber sido un fiel seguidor del programa “El Sol de la Mañana”, que se transmite a diario por las ondas radiales nacionales. Digo haber sido porque escucharlo ya no luce, es canson y a cada integrante del panel que participa se le ve la costura, como Euri Cabral y Melton Pineda.
Dicen ser periodistas, comunicadores, abanderados de la verdad y la razón. He llegado a pensar que nos creen tontos. El fanatismo que despliegan estos pobres mercaderes del gobierno de turno es vergonzoso, gente que usa la plataforma de la radio para mentir y socavar la dignidad de un pueblo cansado de las artimañas del gobierno nacional.
Son bocinas financiadas por el estado, dispuestos a serle útil a los lacayos del oficialismo que pagan muy bien esos servicios. Desconocen el arte que dicen haber aprendido, las comunicaciones y periodismo es un lenguaje ajeno a su léxico. Defienden lo indefendible, lo que se convirtió en inmoral y cotidiano del gobierno de turno.
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Así no se hace patria, ni se protegen los mejores intereses nacionales. Ustedes, amigos de la radio, veneran la corrupción e impunidad que dicen rechazar, la misma que apadrina el afamado inquilino del Palacio Nacional, porque les provee un buen estilo de vida, lejos de la marginalidad y estrechez que viven muchos compueblanos.
La condena colectiva no se hace esperar, ustedes son cómplices del bandidaje que gobierna; cómplices de las estructuras mafiosas que operan desde la jefatura del estado dominicano y actúan en común acuerdo con quienes han saqueado el erario, logrando amasar sorprendentes fortunas nunca vistas.
Nadie se traga el cuento de los personeros de Villa Juana y su camarilla, a quienes ustedes defienden tan apasionadamente, los que asumieron el poder político gracias a Balaguer. Dicen haber laborado juiciosamente, tener dotes de grandes empresarios y personalidades de la vida pública cuando en realidad han convertido obras de gran envergadura nacional, como el Metro de Santo Domingo, o Punta Catalina, en complejos esquemas de fraude al estado en detrimento de los humildes.
Así no se puede señores, ustedes se confabulan con quienes exprimen las entrañas del pueblo que les vio nacer, el mismo que pretenden manipular con su programa; se abanderan con la impunidad y corruptela que nos arropa.
Sirven como defensores de quienes obstaculizan el sano ejercicio de la administración pública, solo por ver caer las migajas que les arrojan los del PLD. Ustedes protagonizan un verdadero horror en la mañana.
