El obrero merece su salario”. Lo necesita. Pero en el país no se cumple el mandato bíblico, el jornal invita a mendigar, a delinquir. El salario no garantiza condiciones mínimas de vida al trabajador y su familia, con una retribución muy inferior al costo de subsistencia, que los sitúa en la pobreza o en la indigencia.
Pese al crecimiento económico, República Dominicana sigue siendo una fábrica de pobres, subempleados y delincuentes, realidad afianzada en el desempleo y la excesivamente baja remuneración, en el denso valladar que los trabajadores encuentran al buscar opciones para aumentar sus ingresos, lo que a muchos empuja a la delincuencia, a asaltar, robar o vender narcóticos.
No obstante la alta rentabilidad, los empleadores aprietan el nudo estructural de la desigualdad, que radica en el mercado laboral. La ausencia de un empleo con justa paga, indispensable para enfrentar la pobreza, agudiza y perpetúa la inequidad por la involución social, inclusive en estratos medios, sobre todo la clase media baja que cae en cascada entre los pobres.
Entre ellos está el 70% de la población afiliada a la Seguridad Social, con un ingreso mensual inferior a RD$20,000, monto con una sensible pérdida de poder adquisitivo, que al arrastrar una inflación acumulada, en muchos no resarcida, los lanza a la pobreza.
Esto lo confirma la Primera Encuesta de Cultura Económica y Financiera, del Banco Central, al revelar que en el 96.1% de los hogares el ingreso mensual promedio es de RD$19,409, de los que 59.7 por ciento percibe RD$18,000.
Son pobres, muy pobres. No obstante, esa cantidad resulta más de tres veces superior al salario mínimo público, de RD$5,117 mensual, y muy superior al que rige en el sector formal de la economía: RD$11,292, para grandes empresas no sectorizadas, RD$7,763, en las medianas, y RD$6,880, en las pequeñas.
Su valor nominal se contrae con los descuentos de la Seguridad Social y planes de retiro, impuestos al consumo y la inflación, que en el 20% de la población más pobre es superior al 20 por ciento más rico.
A la ínfima remuneración y desempleo se suma la desigual dotación de capacidades que la falta de oportunidades provoca.
Extremos. La desigualdad salarial es escandalosamente extrema en la administración pública. Los empleados con sueldo mínimo, la mayoría, tienen que trabajar 15 años para ganar el millón de pesos que en un mes reciben unos cuantos funcionarios del Estado.
Asimismo, la mayor parte de los operarios de pequeñas y medianas empresas deberán laborar un período similar para lograr lo que su patrón gasta en una yipeta, un viaje o una boda, y aún más cuando las fiestas cuestan dos y tres millones de pesos o más, como ha ocurrido.
La situación no varía en obreros azucareros con un mínimo mensual de RD$5,000, en poco cambia para las empresas no sectorizadas, como las zonas francas, tampoco para hoteles y restaurantes, con sueldos que fluctuan entre los RD$5,191, RD$5,768 y RD$8,040. En grandes cadenas hoteleras muchos asalariados no reciben mayores ingresos por no estar en áreas de propinas. Además, hay casos de retención parcial del 10% legal cobrado en restaurantes.
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El mínimo salarial dista mucho del costo medio nacional de la canasta familiar, de RD$27,887.64 mensual; RD$36,796 en el Gran Santo Domingo; RD$25,296, el resto urbano, y RD$16,787, zona rural, donde un maquinista gana RD$8,400 mensual, y un jornalero RD$234 diario, desde que en 2013 recibiera un alza irrisoria de 29 pesos.
En los últimos cuatro años el salario mínimo real disminuyó en más de 25%. El costo de la canasta subió RD$4,489, mientras el jornal creció en RD$2,164, menos de la mitad.
Difícilmente escapen a la pobreza ni siquiera los obreros de las grandes empresas con RD$11,292 mensuales para todo: desayuno, comida y cena, transporte, vivienda. ¿Cómo cubrir los gastos en ropa para ir al trabajo, medicamentos, imprevistos por enfermedad?
Tras los descuentos quedan RD$10,500, no más de RD$355 diario, sangrados por usureros, por colmados especuladores a los que les ata el crédito. Cobran para pagar. Y pagan para seguir endeudándose. De ahí la presencia en cajeros automáticos de prestamistas que retienen las tarjetas de débito de trabajadores para cobrar lo adeudado.
Implicaciones éticas. El salario, históricamente bajo, tiene implicaciones económicas y éticas, repercusiones funestas para el obrero, la familia y la sociedad por neutralizar el desarrollo humano, por las formas ilícitas de sobrevivencia a que muchos recurren al buscar el faltante.
¿Cómo lo obtienen? Consumida gran parte del salario por préstamos, los que no tienen la alternativa de un extra con algún chiripeo, venden un televisor, vacían la casa en una compraventa o imitan el modelo de delincuentes de cuello blanco, políticos corruptos y patronos a quienes no le basta la plusvalía.
La expansión económica tuvo un magro impacto en la generación de empleos. Los nuevos puestos los absorbió el crecimiento de la población incorporada a la Población Económicamente Activa (PEA).
Según la citada encuesta del Banco Central, en los últimos 15 años se creó un millón de empleos, en gran parte trabajadores por cuenta propia y en sectores de muy baja productividad. Entre octubre de 2012 a igual mes de 2014 se generaron 235,600, un promedio anual de 117 mil, en su mayoría absorbidos por unos cien mil trabajadores que cada año se incorpora a la PEA.
La composición del mercado laboral refleja la incapacidad de la economía formal de generar empleos: del total de la PEA, estimada en alrededor de cinco millones de trabajadores, 14.9% están desempleados y 57% en ocupación informal. El 28.1% de los puestos restantes lo aportan el sector formal y el Estado, con una nómina de más de 600 mil empleados, inflada por puestos improductivos.