Dr. Juan Durán
Ex catedrático de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
El comportamiento humano ha de ser leal y por demás coherente, sobre todo cuando se trata de ser justo. La miseria que históricamente ha campeado por sus fueros en el destino de nuestra nación debe ser erradicada para siempre y con ello se haría justicia.
Baste con observar la evolución que ha tenido la redistribución de la riqueza, la que nunca ha sido equitativa, porque siempre hace màs ricos a los ricos y más pobres a los pobres.
La percepción que se tiene de la corrupción ha quedado sesgada por intereses de poder y clases sociales, quedándose en mera caricatura las acciones que desde ese mismo poder se ejecutan para disfrazar lo que no es más que un ejercicio de pantomima que procura ocultar el hecho cierto de que la corruptela es parte consustancia del mismo poder.
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Tenemos la responsabilidad de construir una sociedad dominicana inspirada en valores nada ambiguos y en la que no existan privilegios irritantes. Una sociedad basada en el respeto, el trabajo y el progreso, y en la que todos, absolutamente todos tengan el deber y la obligación de rendir cuentas de sus actos.
Mientras no se castigue ejemplarmente a quienes hacen del desfalco al erario un oficio de la más alta polìtica no se podrá hablar de sociedad organizada ni civilizada.
No puede concebirse como una sociedad justa aquella en la que sus gobernantes se hacen con el dinero público a costa del sufrimiento y el empobrecimiento de sus gobernados.
Es ahora, no mañana, cuando debemos asumir el ineludible compromiso democrático de hacer fé colectiva en favor de los más humildes y erigir un sistema social que convierta en materia esperanzadora la utopía que anhelamos.
Ya resulta impostergable hacer concreto el sueño que por mucho tiempo hemos labrado en nuestras mentes a golpe de versos, marchas, desvelos y luchas. Hagamos hoy la verdadera sociedad a la que aspiramos. Y ello es tarea inaplazable de todos los buenos dominicanos.