Por Raúl Mejía Santos
Aún siendo un completo desconocido en el escenario político nacional, el joven Procurador General de la república Jean Alain Rodríguez tiene plato fuerte sobre la mesa. Al peledeísta a cargo del aparato de justicia nacional le han encomendado encauzar los procesos judiciales y acusatorios que se vislumbran a raíz de los sobornos millonarios orquestados por la constructora brasileña Odebrecht, así colocando en la mirilla a personajes de alto perfil del partido de gobierno y la oposición.
La famosa lista de procedencia extranjera ha causado revuelo en el escenario político y la sociedad en general, dando paso al arresto de varios dirigentes del oficialismo y miembros de la cúpula de la oposición. La temida ristra de personajes tiene su origen en declaraciones juradas e interrogatorios de funcionarios y directivos envueltos en la pesquisa en el Brasil, país donde se origina el esquema fraudulento más grande de la América Latina.
El expediente acusatorio implica a quienes agenciaron contratas millonarias entre la constructora brasileña y el estado dominicano, viendo así su patrimonio personal incrementar de forma burda e inmesurada. Los sobornos fueron cuantiosos, facilitando la adjudicación de obras de gran relieve nacional desde el gobierno de Don Hipólito Mejía, seguido de Leonel Fernández y por último, Danilo Medina.
Aunque pretendan proteger al actual mandatario, desvinculando a sus allegados del esquema y negando el indubitado hecho que en efecto recibió financiamiento electoral desde Brasil, no cabe la menor duda que el gobierno de Danilo Medina contempla una aguda crisis de credibilidad, pocas veces vistas en nuestra historia nacional. Nadie se traga el cuento de “lanzarse al fango y no salir enfangado” del estiércol corruptor del caso Odebrecht.
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Jean Alain Rodríguez puede casarse con la historia de la República Dominicana. Puede convertir su estancia como Procurador General en instrumento de justicia y verticalidad ante los avances de una clase política corrompida que entiende no tener límites y cree ser, ante todo, intocable.
Al final la verdad sale a relucir. Logra una gesta encomiable y redentora solo si actúa con transparencia y verticalidad ante el escrutinio público de un pueblo avasallado por quienes interpretan el ejercicio público como licencia para delinquir y llevarse al bolsillo lo ajeno.
La filiación política no debe influir en un proceso investigativo o judicial. Quien incumple su deber fiduciario de respetar las leyes de la república y velar por el sano ejercicio de la administración del estado debe pagar con creces y asumir la carga acusatoria que corresponda.
Señor Procurador, no esconda al ladrón, al usurpador, a quienes prostituyen el sistema con sus ambiciones y deshonra. Aunque sean de su partido político, o allegados al presidente, exija respeto a las instituciones y la verdad. Demuestre que sobre cualquier interés particular están los intereses nacionales. El pueblo clama justicia y dignidad.
Su jefe político hace rato que navegó en fango, su prístina imagen queda salpicada aunque no haya admisión de parte. Entienda que sobre todo queremos respeto y edificar instituciones donde prevalecen la ética, la moral y sobre todo la vergüenza. El país merece mejor. Que caigan todos lo que tengan que caer en el caso Odebrecht.
