Si hay alguien con un pie en la calle en Washington, ese es el fiscal general, Jeff Sessions. Su antiguo amigo y aliado, Donald Trump, volvió a hacérselo sentir esta mañana. En una serie de tuits de primera hora, el presidente dejó claro su disgusto con Sessions. En esta ocasión fue por su actitud ante el caso de los correos electrónicos de Hillary Clinton y las filtraciones de los servicios de inteligencia. Trump calificó de “muy débil” la posición del fiscal, al tiempo que se quejaba de la inexistencia de una investigación sobre los supuestos “esfuerzos ucranios” para sabotear su campaña electoral.
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Sessions ha mantenido ante los ataques un silencio estoico. Cuando hace dos meses emergieron las desavenencias, se supo que había ofrecido su dimisión y que Trump la había rechazado. Pero en aquel momento, el pulso era soterrado. Ahora, es público y creciente, hasta el punto de que los medios estadounidenses ya barajan nombres de sustitutos como el antiguo alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, quien tuvo un papel muy activo como asesor durante la campaña electoral. En un gesto destinado a aclarar su posición, Giuliani salió en defensa de la decisión de Sessions de recusarse de la trama rusa después de que se conociesen sus conversaciones con el antiguo embajador ruso en Washington.