El viejo soldado ha vuelto a la trinchera. El senador republicano John McCain, de 80 años y afectado por un agresivo cáncer cerebral, acudirá este martes a votar al Senado. La decisión llega después del desesperado llamamiento del presidente Donald Trump a sus senadores para que cierren filas en torno a la polémica reforma sanitaria. Su gesto, ejemplo de disciplina, pero también del olfato político que siempre ha caracterizado a este eterno rebelde, ha dado una inyección de moral a las huestes conservadoras, hundidas después de sus fracasados intentos de revocar el Obamacare.
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McCain ha sido diagnosticado de glioblastoma. El cáncer se le detectó después de extirparle hace dos semanas un coágulo encima del ojo izquierdo. El equipo médico recomendó que se le aplicase una combinación de quimioterapia y radioterapia. Al conocer su enfermedad, el país se deshizo en loas a su trayectoria.
Aviador, héroe de guerra y prisionero en Vietnam, McCain ha desarrollado una rica y respetada carrera política que llegó a su apogeo en 2008 cuando compitió por la presidencia de Estados Unidos contra el demócrata Barack Obama. Tras su derrota, siguió como senador por Arizona y se erigió en una figura referencial de la derecha. Halcón en temas militares, pero capaz criticar a George Bush por la guerra de Irak, en más de una ocasión ha cruzado la divisoria y votado junto a los demócratas, especialmente en apoyo a la inmigración.
Desde esa autonomía, reflejo de una época ya marchita, McCain ha representado uno de los pocos baluartes sólidos en filas republicanas contra el vendaval Trump. Ya en los albores le rechazó como candidato y tuvo que soportar los improperios del multimillonario. “No es un héroe de guerra. Solo es un héroe de guerra porque fue capturado. Prefiero a los que no han sido capturados”, le llegó a decir Trump en 2015, pasando por alto que McCain, hijo del jefe de las fuerzas estadounidenses en el Pacífico, fue torturado con saña durante su cautiverio.
Con Trump en el poder, McCain no se ha mordido la lengua y nunca ha dejado de criticar las peligrosas relaciones del presidente con el Kremlin. “Esta película ya la habíamos visto. Está alcanzando el tamaño y la escala del Watergate”, sentenció en mayo. También le criticó por sus andanadas a la medios: “Lo primero que hacen los dictadores es atacar a la prensa”.
Pero el senador por Arizona combina esta libertad con un profundo sentido de la disciplina. Y de la oportunidad. Atacó a Trump, pero finalmente le apoyó en las elecciones; y ahora ha decidido acudir al llamado del presidente.
La votación de este martes es clave. Los senadores deciden si vuelven a tramitar la reforma sanitaria y el fin del Obamacare, el sistema que amplió la cobertura a 20 millones de personas. La semana pasada, el intento de aprobar el proyecto de ley acabó en un descalabro. La exigua mayoría que poseen los republicanos en la Cámara Alta (52 escaños frente a 48) jugó en su contra y la deserción de cuatro parlamentarios hundió la iniciativa
Ahora, bajo el impulso de Trump, los republicanos reanudan la ofensiva. Aunque ni siquiera está claro cuál será el texto que tienen que aprobar, el presidente, en un acto público, exigió a sus senadores que acudieran. “Los demócratas no nos darán un solo voto, han optado por la obstrucción. Pero es tiempo de actuar y acabar con la patraña del Obamacare”, clamó.
Bajo esta presión y ante el hecho de que cualquier ausencia aumentaría la precariedad de la mayoría republicana, McCain decidió la noche del lunes dar el paso adelante. Con una operación reciente, regresará a su campo de batalla preferido y, como él mismo anunció en un comunicado, también votará por “las sanciones a Rusia, Irán y Corea del Norte y un acta de Defensa Nacional”. El senador por Arizona ha vuelto.