La crisis en Venezuela ha logrado algo impensable: la unión de casi todos los grandes países de América. En la lectura de una declaración inédita después de una reunión extraordinaria en Lima, 17 cancilleres, entre ellos los principales de la región, hablaron abiertamente de “dictadura” y acordaron “condenar la ruptura del orden democrático en Venezuela y no reconocer a la asamblea nacional constituyente por su carácter ilegítimo y su pleno respaldo a la Asamblea Nacional democráticamente electa”. Esto es, estos países no reconocerán ninguna decisión tomada por la Constituyente, incluidos acuerdos económicos. El texto es durísimo, de clara condena a un régimen que creen dictatorial. “Condenamos la violación sistemática de los derechos humanos y las libertades fundamentales, la violencia, la represión y la persecución política y la falta de elecciones libres”.
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La cita, nada habitual y ajena a cualquier organismo oficial, se produjo con la mayor solemnidad, en el palacio de Torre Tagle, una espectacular casona colonial construida durante el virreinato que ahora es sede la cancillería peruana. Costó muchas horas consensuar el texto, porque algunos países, en especial Perú y Argentina, eran más duros que otros. Pero al final fueron 16 puntos muy concretos y con consecuencias políticas y sobre todo económicas: como explicó el canciller mexicano, Luis Videgaray, el punto 4 -“los actos jurídicos que conforme a la Constitución requieran autorización de la Asamblea Nacional solo serán reconocidos cuando dicha Asamblea los haya aprobado”- implica que ninguna empresa de los países firmantes de la declaración podrá firmar un contrato con Venezuela o sellar un acuerdo de financiación si este de alguna manera requiere el visado de la Asamblea Nacional que Maduro quiere vaciar de poder.
El más duro fue el peruano Ricardo Luna, el anfitrión: “Lo que tenemos en Venezuela es una dictadura. Esta situación no tiene salida. Tenemos que actuar. Se ha roto el orden democrático, es una situación incompatible con la democracia en esta región que tanto costó construir”. Le siguió en dramatismo el brasileño, Aloisio Nunes: “No podemos admitir un régimen dictatorial entre nosotros. Promovemos el aislamiento diplomático de un régimen que castiga con el horror a su pueblo”
Los países más grandes de América se movilizan así para aislar al régimen de Nicolás Maduro. Estados Unidos ya ha lanzado su ofensiva individualmente, con sanciones económicas para altos funcionarios del chavismo. Los demás países grandes del continente —México, Brasil, Colombia, Canadá, Argentina— estaban ayer en Lima para meter más presión y tratar de frenar la escalada autoritaria. Hasta 17 países se encontraron en la capital peruana en una cita inédita convocada expresamente para coordinar posiciones frente a la crisis de Venezuela.
Ante en bloqueo de la Organización de Estados Americanos (OEA), donde no se ha logrado una votación unánime sobre Venezuela, estos países se han adelantado con una cita de sus cancilleres que muestra la enorme gravedad de la crisis y el deseo de varios de responder de forma conjunta, algo poco frecuente en el continente. Este grupo, que dejó claro que actúa ante las dificultades de encontrar un consenso en la OEA, seguirá reuniéndose y está abierto a todos los que quieran entrar. La próxima cita será en septiembre, en la asamblea general de la ONU en Nueva York. Como primera medida de emergencia se retrasará la cumbre UE-CELAC, que estaba prevista para octubre. La presencia de Venezuela en esa cita en plena tensión la hace inviable, según estos países.
La cita sirvió para mostrar que Venezuela, ya suspendida del bloque de Mercosurla semana pasada, se enfrenta a un aislamiento casi total entre sus principales socios comerciales, dispuestos a elevar la presión día a día para frenar el proceso de la Asamblea Constituyente.
Maduro cuenta aún con el apoyo de Bolivia, Ecuador, Cuba, El Salvador y Nicaragua, pero prácticamente todos los demás, sobre todo los principales países de la región, no reconocen la constituyente y condenan la deriva del régimen. Hasta ahora solo algunos se atrevían a hablar abiertamente de dictadura. En Lima el término se generalizó, aunque no todos lo asumen y por eso no está en el comunicado final. Las negociaciones fueron larguísimas, más de siete horas de reunión.
El anfitrión, el peruano Pedro Pablo Kuczynski, que pasó brevemente a saludar casi al final de la reunión, ha liderado el rechazo a Maduro y amenaza incluso con romper relaciones diplomáticas. Ya retiró a su embajador en marzo. El objetivo de la cita, explicó, es buscar “un entendimiento para que el Gobierno actual suelte a los presos políticos y cierre esta Asamblea Constituyente ilegal”. El argentino Mauricio Macri ha dejado atrás la diplomacia y ya responsabiliza al presidente venezolano por los muertos en las calles: “Qué difícil debe ser irse a dormir con tantas muertes sobre tu cabeza. Qué duro, Maduro”, dijo mirando a la cámara cuando una periodista le preguntó qué le diría si lo tuviera delante.
Socios comerciales
Maduro, que dirigió durante siete años la diplomacia chavista como canciller, insiste en que no le preocupa el rechazo internacional. Pero lo cierto es que en Lima, reunidos para condenar su deriva, estaban casi todos los principales socios comerciales de Venezuela, sobre todo Brasil, Argentina, Colombia y México. EE UU, que domina el comercio con el país caribeño, ha endurecido su posición, y entre los grandes socios ya solo le queda el apoyo de China. Ninguno de los países latinoamericanos que reconocen la Constituyente está en las primeras posiciones de la tabla de negocios con Venezuela. 43 países en todo el mundo rechazan la nueva Asamblea, y solo ocho la reconocen, entre ellos Rusia, Irán y China.
La condena del Papa fue un golpe duro. La ONU también ha sido tajante. Algunos países, como Chile, están abriendo las puertas de sus embajadas en Caracas para quienes quieran solicitar asilo. El aislamiento es creciente y 10 aerolíneas ya han decidido dejar de viajar al país. Aún no hay consenso para aplicar la Carta Democrática en la OEA como sucedió en Mercosur, pero la presión es enorme. Ese es el mensaje de la reunión de Lima. La respuesta está ahora en manos de Caracas.