Con profesionalidad y una jovial sonrisa, tocando su violín Wuilly Arteaga atravesó perdigones, bombas lacrimógenas y ballenas. Su instrumento era la única arma que llevaba a las protestas, porque ni siquiera el estuche cargaba para evitar que la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) creyera que tenía explosivos.
Arteaga fue detenido el 27 de julio por exaltar la venezolanidad en las protestas: solía tocar el Himno Nacional, “Pajarillo” o “Venezuela”. Lo acusaron de haber poseído objetos incendiarios al momento de su arresto, de los cuales no existen evidencias gráficas. Además, lo culpan de “instigación pública”.
Ayer en la noche fue liberado con medidas cautelares luego de que Tarek William Saab, fiscal general designado por la asamblea nacional constituyente ilegítima, solicitara una medida sustitutiva a su favor. Durante 19 días estuvo recluido en el destacamento 433 de la Guardia Nacional, en El Paraíso.
El día de su aprehensión estaba en una de las últimas protestas antes de que se instalara la fraudulenta constituyente, pero ya en mayo se había hecho conocido por encabezarlas empuñando el violín y emitiendo bravíos gritos.
En las manifestaciones se le veía usando una gorra con los colores del tricolor nacional o un casco para protegerse. También se colgaba la Bandera de Venezuela en la espalda como una capa; se convirtió en una especie de juglar del siglo XXI.
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Arteaga se popularizó gracias a una osadía que de lejos parece inocente. Asumió riesgos como ir a tocar “Despacito” frente al Palacio de Miraflores y se paró firme ante la Policía y la Guardia aunque le dispararan lacrimógenas.
El 20 de mayo, en la avenida Francisco de Miranda, se plantó tocando el Himno frente a funcionarios policiales y tanquetas. “Ya dejen de disparar. Ayúdennos a recuperar a Venezuela. No se dan cuenta, ustedes también son venezolanos. Ya basta. Esta música es para ustedes, con cariño”. La reacción de los efectivos fue tirarle a él y a sus acompañantes bombas lacrimógenas.
u más clara demostración de compromiso con el país es que regresó de un viaje al exterior en el que conoció a grandes músicos y políticos. Seguidores del oficialismo aprovecharon su gira para burlarse de él, pero a pesar de que la GNB le rompió su instrumento, volvió a Venezuela para seguir en las manifestaciones.
“Sé que la música lleva un mensaje diferente. No solo les toco a los manifestantes, le toco a la policía y a los guardias que reprimen, porque he visto que tocando cerca de ellos unos lloran. Yo les digo: mi música también es para ustedes, pues también van a ser libres”, expresó durante una entrevista que ofreció a Jaime Bayly, donde recordó que abrazó al militar que le devolvió su violín dañado.
El pacifismo de Arteaga no fue suficiente para ablandar a la GNB. El 22 de julio un funcionario militar le disparó un perdigón durante una refriega en Bello Campo. La cara le quedó destrozada. Ese mismo día la población pudo ver al violinista acostado en la cama de una clínica, con el rostro hinchado, emitiendo un temerario mensaje: “No me van a amedrentar con perdigones, ni con metras ni con nada, ni con reventarme mi violín. Porque vamos a seguir en la lucha por Venezuela”.