Nelson Encarnación
Uno de los argumentos principales que se enarbolan en el actual debate sobre si conviene o no autorizar el despacho de gases licuados de petróleo (GLP) en las estaciones gasolineras, es que ya en muchos países de América Latina se ha logrado esa integración sin mayores dificultades.
Quienes esgrimen esto como punto a favor tienen parte de la razón, pues es cierto que en varios países de la región—a propósito, la minoría de ellos—hace un tiempo que se autorizó el despacho de todos los combustibles en un mismo local, en el entendido de que iba a beneficio de los propios usuarios.
Sin embargo, la realidad objetiva es que antes de que las autoridades de esas naciones dispusieran la consolidación del negocio se adoptaron múltiples medidas de seguridad que minimizaron los riesgos de accidentes y las eventuales pérdidas de vidas humanas.
Una vez previstos todos los puntos de conflicto, se obligaron a los empresarios del sector a realizar las inversiones requeridas para rodear las instalaciones de la máxima seguridad en todos los aspectos previsibles, las cuales, conforme los datos disponibles, han dado resultado.
Ahora bien, ¿dónde radica la diferencia entre aquellas naciones y nuestro país? Hay varios aspectos a tomar en cuenta al momento de equiparar realidades.
El primer y más conflictivo punto a tomar en cuenta es la cantidad de vehículos inservibles cuyos propietarios decidieron ponerlos a funcionar con GLP sin que el Estado hiciese nada en lo que tiene que ver con seguridad. Esto dio lugar a que las calles del país se llenaran de chatarras que funcionan con ese combustible.
Es algo alucinante detenerse en una planta envasadora de GLP y observar la cantidad de anafes que arriban allí a llenar cilindros de gas instalados en el baúl en cualquier patio o callejón donde a un individuo sin preparación ni criterio se le antoja montar un taller.
Nos preguntamos, entonces, si a ese blanco de consumidores, compuesto por ese parque vehicular, llenadores de cilindros en guagüitas, motocicletas y otros medios de transportación es que estará dirigido el servicio en las estaciones de gasolina, el peligro será latente.
Esta inquietud no es ociosa, pues el grueso de consumidores de GLP se encuentra en ese tipo de chatarras y doméstico. El parque de vehículos que funcionan con GLP de fábrica o adaptados con todas las garantías de seguridad, es todavía relativamente pequeño en el mercado dominicano.
La discusión actual no es la primera que se suscita en torno al tema. Hace algunos años se planteó, provocando que jefes de bomberos de Cuba, Puerto Rico, Chile, Panamá, Argentina y Brasil, entre otros, presentes en un evento internacional en el país, se pronunciaron en contra.
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