Por Raúl Mejía Santos
El Partido Revolucionario Moderno se acoge a un proceso interno de reorganización y captación de nuevos adeptos de cara al proceso electoral venidero en el año 2020. Se ha posicionado como el colectivo opositor con mayor posibilidad de lograr destronar al Partido de la Liberación Dominicana y condenar al fracaso las intenciones continuistas del danilismo.
Aunque el PRM muestra señales de cohesión y madurez política, especialmente su alta dirigencia, el panorama figura distinto para su militancia y seguidores. El feroz sectarismo interno amenaza con socavar los esfuerzos de mantener la unidad y montar frente común contra el oficialismo.
Luis Abinader e Hipólito Mejía se lanzan a la carrera primarista por la candidatura presidencial, comandando facciones internas opuestas sin medir el riesgo de ahondar más las divisiones y la animosidad entre sus partidarios. El fervor se siente, pero el mensaje debe ser institucional en todo momento.
Esa colectividad aún no se sacude de los viejos problemas disciplinarios del partido político que lo vio nacer. La apasionada lealtad personalista tiene más peso que la institución y las aspiraciones de tomar el poder. El partido debe proyectarse diferente y sacudir esas malas costumbres de antaño, que tiene el potencial de crear fisuras irreparables.
La realidad es que no se pueden aventurar con un candidato con tasas de rechazo tan marcadas como las de Hipólito Mejía. Aunque tiene un liderazgo probado y fue presidente de la república, su gobierno dejó un mal sabor en la población.
La hiperinflación, el colapso de la banca nacional y el fracaso de la lucha anticorrupción matizaron su cuatrienio. Además, el coqueteo con Danilo Medina y otras figuras del PLD cae mal. Le resta mérito al mensaje de la oposición. La amistad es una cosa, pero la política otra.
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Hipólito conserva una importante cuota de poder que no pueden ignorar. Sin embargo, su rol en esta etapa debe ser la del estadista y excelso consejero para la camada de líderes emergentes dentro del partido. El tiempo de Papá ya pasó, también la chercha y jocosidad propia de su personalidad.
Esos jóvenes del Partido Revolucionario Moderno asumirán un papel protagónico en un eventual gobierno, relevando a las tradicionales caras que han pululado el escenario tradicional por décadas. Reclaman su debido espacio.
El éxito de la colectividad radica en aunar esfuerzos contra el gobierno peledeista, asumir una política interna que promueva la unidad sin colores ni banderas particulares y convencer a otras corrientes opositoras que hagan causa común.
Por otro lado, analistas coinciden en que la oposición política en la República Dominicana no ha sabido capitalizar los escándalos de corrupción y las políticas fallidas del gobierno nacional en materia anticrimen, fiscal o migratoria, por ejemplo.
El segundo mandato de Danilo Medina luce a la deriva, desbocado, pero los partidos opositores aún no concretan un ambiente favorable que afiance su postura ante el grupo peledeista que gobierna. La facción oficialista no se da por vencida, el montaje mediático cuenta con amplios recursos que financian los escuadrones de “comunicadores” que a diario lavan la imagen del gobernante.
El caso Odebrecht ya no suena y el “teatro” protagonizado por la Procuraduría General fue bien orquestado, aparentando línea dura contra los corruptos más protegiendo a otros que debieron estar encartados por fiscalía en el sonado caso.
Confío en el sano juicio del pueblo dominicano. Apuesto al relevo que habrá en el próximo proceso electoral. Los retos obligan al análisis profundo y mesurado. Aspiro a un nuevo proyecto de país. El tiempo llegará.