Como en ocasiones anteriores, la ejecución este miércoles del ciudadano mexicano Rubén Cárdenas Ramírez en la cámara de la muerte de la Unidad Walls, en Huntsville, Texas, ha desatado una gran polémica, especialmente después de que le fueron negados recursos de último minuto para detener su pena capital por inyección letal.
Cárdenas había sido hallado culpable y sentenciado a pena de muerte por la violación y asesinato de su prima Mayra Laguna, de 16 años de edad, en 1997. Según registros judiciales, durante un interrogatorio que duró horas, el acusado admitió que había entrado al cuarto de la adolescente a través de una ventana, la había secuestrado, violado, asesinado y luego había abandonado su cuerpo cerca de un canal.
La defensa había argumentado que se violaron los derechos como extranjero de su cliente cuando este fue detenido sin ser notificado al consulado de su país. Por esta razón, lo privaron de recibir asistencia legal adecuada.
Por ello, el gobierno mexicano y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos habían pedido suspender la ejecución. A diferencia de otros años, el gobierno Federal no dijo nada. Y la Junta de Perdones y Libertades Condicionales de Texas votó 6-0 en contra de la suspensión.
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La triste celebridad de un condenado a muerte
Carlos Avena Guillén tenía 19 años cuando fue detenido por la policía de Los Angeles, en 1981, como sospechoso de la muerte de dos personas, ocurrida días antes durante un intento de robo. Avena fue interrogado en inglés, a pesar de no dominar el idioma, y terminó por confesar el crimen.
Diez años más tarde, el 14 de febrero de 1992, el consulado de México en la ciudad de San Francisco recibió una carta del director de la prisión estatal de San Quintín, en la que decía que Carlos Avena estaba detenido en sus instalaciones y que los registros indicaban que tenía la nacionalidad mexicana. Era la primera vez que las autoridades de su país se enteraban del caso.
Hoy, 35 años después de su condena, Carlos Avena sigue en el llamado “corredor de la muerte”. Las apelaciones que ha presentado han sido rechazadas y lo más seguro es que todos los días se levante pensando que en cualquier momento puede recibir la postergada noticia de que al fin va a ser ejecutado.
Como todos los condenados a muerte, Avena vive en confinamiento solitario y su nombre se habría borrado para siempre de la memoria de sus conciudadanos de no ser por un hecho fortuito: era el primero en una lista de 54 mexicanos condenados a la pena capital en Estados Unidos que las autoridades de su país llevaron ante la Corte Internacional de Justicia para demandar a su vecino del norte por no cumplir con las normas de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares.