(Relato 11 de Refugio en la Cumbre)
Por Sebastián Del Pilar Sánchez
Aura tenía un buen rato esperando noticias sobre los resultados de las votaciones realizadas en la provincia de Santo Domingo, donde se decidiría la suerte de la segunda repostulación de Fausto para el cargo de gobernador. En su primera vez, la competencia fue relativamente fácil, ganando por un buen margen; pero ahora la situación era muy distinta.
Su gestión administrativa se había debilitado por un escándalo de corrupción, mermando la simpatía de los votantes, y haciendo descender ostensiblemente la valoración de su trabajo político. Cuando el reloj marcaba las seis y treinta de la tarde de ese día electoral, correspondiente al segundo domingo de mayo, era notoria su impaciencia.
Se veía muy ansiosa, producto de la intranquilidad que le estaba generando una encuesta de una reconocida firma de sondeos -a boca de urna-, hecha minutos después de concluida la votación, en la que se advertía un empate técnico, con ligera ventaja para el adversario, de la coalición opositora.
La dama había votado muy temprano en el colegio adventista Ozama, de Santo Domingo Oriental, regresando en la tarde a su residencia del Mirador Sur, en la capital; para descansar un poco, dando seguimiento luego -a través de la televisión y las redes sociales, en su hogar-, al conteo electoral, acompañada de sus nietos Antonio y Cinthia; así como de su hija Charo, que había votado también en esa demarcación y se quedaría a su lado todo el fin de semana.
Yudelka la había acompañado en horas de la mañana, yéndose en la tarde al centro de cómputos de la campaña de Fausto, para ponerse al tanto -de esa manera- de lo que estaba pasando, para formarse una idea clara de cuál sería el resultado final del evento.
Su nieta le había asegurado que volvería tan pronto tuviera una información definitiva, pero ni la llamaba, ni daba señales de vida; poniéndose Aura muy nerviosa, un poco desesperada, pues necesitaba algún dato extraoficial que no fueran los rumores que estaban circulando en las redes sociales. Sólo así recobraría la calma.
-¿Qué dicen los adversarios de tu padre en Facebook? -le preguntó a Antonio.
-Nadie tiene noticia a esta hora, abuela.
En ese momento se había iniciado el proceso de conteo en las mesas, no habiendo ninguna cifra confiable que no fuese la imprecisa y parcial filtración de datos manejados por los delegados políticos que a sus parciales les adelantaban los resultados durante el breve receso que precedía a la firma de las actas y finalización del escrutinio.
-Pero debe haber alguna noticia extraoficial caminando en las redes sociales. De seguro que los delegados políticos ya están propalando lo ocurrido en sus mesas –razonó Aura, como si estuviese hablando sola, olvidándose por un instante del nieto que la escuchaba; quien dándose por aludido, le contestó:
-Déjame buscar en Google, abuela. En el Facebook no he visto aún ninguna cifra.
Aura aplazó la conversación, casi monólogo, que sostenía con Antonio, percibiendo que era poco su esfuerzo en darle respuesta, pues más bien le lucía evasivo y un tanto desconcertado; pero ocurría que él no se explicaba que –de pronto- dejara de ser un zoquete, tonto, estúpido, “un bueno para nada”, como solía decirle de modo insultante frente a los demás miembros de su familia, siempre subestimándolo. Se le hacía cuesta arriba entender que ahora pudiera ser considerado útil para el diálogo.
A Antonio le había sorprendido que su abuela le hiciera preguntas sobre el tema electoral, como esperando algo trascendente. No le encontraba explicación a lo que ocurría en la mente de ella, pero pensaba que algo muy grande pasaba para que cambiase de parecer, apreciando ahora sus iniciativas.
Desde que regresó a la casa, luego de haber ido a votar, había notado su intranquilidad; llegando a sus oídos la resonancia de su corazón, los grandes saltos en su pecho, contrastando con su condición de persona serena y aplomada. Le extrañaba aún más, haberla visto con un cigarro en la boca, sin que supiera que fumara; y por ello, muy sorprendido, le preguntó:
¿Qué le ocurre, abuela?
-¡Nada! Ya te dije que estoy deseosa por saber qué pasa con el conteo de los votos, que aún no trasciende –gritó ella.
A esa hora la Junta Electoral apenas había emitido su boletín de inicio, llamado el número cero, y aún faltaba media hora más para que comenzara la trasmisión oficial de sus boletines con los resultados de las actas electorales, que de acuerdo a ese organismo se emitiría cada cinco minutos. Es decir, que tendría que esperarse sobre las nueve de la noche para conocer el ganador oficial.
Entretanto, la novedad prevaleciente seguiría siendo aportada por el rumor público, por los medios –que mucha gente usaba para desinformar- de Facebook y whatsapp, donde los números siempre serían divergentes; de un lado, los parciales de un candidato propagando la tenencia de una victoria inminente y exigiéndole a sus seguidores, firmeza, optimismo y esperanza en el triunfo; y del otro, un grupo haciendo prácticamente lo mismo, exhibiendo sapiencia táctica y astucia para canalizar el desánimo entre sus adversarios, como ya estaba ocurrido con los nietos en la casa, que tras haberse pasado toda la tarde inmersos en un ambiente virtual, tóxico y desfavorable, se contagiaron del derrotismo inculcado por la propaganda adversa.
Aura se estaba parando de su asiento, para ir a la cocina por café, cuando escuchó la música a todo volumen del timbre de su celular, dentro de su cartera, encima de la mesita de la sala. Un tanto nerviosa aún, de tanto indagar qué había pasado con las votaciones de ese día, se apresuró a tomarlo; aunque percatándose -antes que nada- del nombre y la identidad numérica que aparecían en la pantalla.
Creyendo que era Yudelka quién le llamaba, se aprestó a saludar, diciendo: “¡Hola! ¿Qué tal?”, respondiéndole, no quien había creído; sino su hijo Fausto que -desde el teléfono de la chica- le saludó con una voz serena y melodiosa, pidiéndole tranquilidad, porque había un empate técnico en la competencia comicial; asegurándole que no había motivo alguno para creer lo contrario. Por lo que ella, con la calma recobrada y el miedo reducido, le dijo:
-¡Hijo, aunque estemos perdiendo, házmelo saber!
-No hay problema, mamá. Así será. Te avisaré antes de que la Junta Electoral ofrezca su primer boletín; más o menos, a las nueve de la noche.
No bien cerró el teléfono, reponiéndolo en su cartera, cuando escuchó otra vez el repiqueteo impresionante; y esta vez sí era Yudelka, que la llamaba para decirle que en diez minutos se marcharía de la oficina del centro de cómputos, situada en el área del parque Mirador del Este; a considerable distancia de la residencia.
-¡Estoy allá en lo que canta un gallo, abuela! -exclamó
No dijo nada. Y se quedó pensando en la nieta, quien se había fajado de verdad por la repostulación de Fausto, colaborando con éste, durante toda la campaña y antes; haciéndolo de mil maneras, sobre todo, ayudándolo al mejoramiento de la percepción pública de su imagen, proyectando un cambio de rumbo, cimentado en el papel que correspondía a su figura juvenil -en el gabinete provincial-.
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Lugar que ocupo luego de la renuncia del licenciado Julio de la Rosa, presionado por una auditoría hecha por la Cámara de Cuentas, cuyo resultado reflejaba corrupción y tráfico de influencia, llevándose de encuentro –momentáneamente- la reputación de su padre, poniéndole una espada de Damocles en el cuello y obligando a su secretario a dimitir, acarreándole amenazas de un posible juicio político en el Congreso.
Según lo revelado en el informe, el secretario ejecutivo de la Rosa sería el responsable de haber permitido que un encargado de compras de la gobernación se beneficiara con contratas y otras concesiones hechas a familiares, y con la distracción de decenas de millones de pesos que fueron presupuestados en la construcción de un proyecto de viviendas para la provincia, todo lo cual ponía en tela de juicio la transparencia de su gestión administrativa, pudiendo aperturar un eventual proceso judicial, que afectara la reelección de Fausto y provocara el encarcelamiento del secretario.
Con la renuncia provocada, Yudelka había sido designada como la nueva secretaria ejecutiva del gobierno provincial, concentrando todo el poder en las áreas administrativas y social; instaurando un nuevo estilo de hacer las cosas, fijándose nuevas acciones de trasparencia, para hacer trascender una gestión cristalina.
Estableció una oficina con personal para el acceso a la información y las relaciones públicas, con la directriz de divulgar al público los estados financieros y el destino de cada centavo que entraba por la vía de impuestos.
Con ello se quería mostrar el interés de hacerlo bien, viéndose precisada incluso a abandonar su rol de empresaria privada, delegando en familiares su autoridad como vicepresidenta ejecutiva de la firma “Decoración y Arte Moderno”, una próspera empresa con su casa matriz en Madrid, cuya propietaria era su tía-mamá Jacqueline.
Como funcionaria, Yudelka le había dado un giro a la gobernación, imprimiéndole mucha energía y sacrificio a la obra social, aunque su trabajo no sería suficiente para detener el declive de la popularidad de su padre. De ahí que su trabajo no tuviera tregua, relegando el figureo social, obsesionada en aportar su sacrificio en la recuperación de la reputación maltrecha de Fausto, golpeada por el escándalo de corrupción reciente.
Su relación con Luis Morrobel se mantendría intacta; más su prioridad era -en lo gubernamental y político- ampliar el aporte a la gestión administrativa con una cara optimista, con buen estado de ánimo, no amilanándose ante el primer inconveniente y siguiendo al pie del cañón, energizando el proyecto reeleccionista.
Esa noche, Yudelka pasó nuevamente por la casa de su abuela. La saludó con un beso en la mejilla, y con otro, a su tía Charo, que estaba allí de fin de semana; luego, les dio un abrazo a sus hermanos.
-Hay que esperar el boletín de la Junta Central electoral, a las nueve de la noche- dijo optimista.
-Pero, ¿cuál es la realidad en el conteo? ¿Tendremos que esperar a qué tu padre llame y nos diga quién es el ganador de los comicios? –inquirió Aura.
“Debemos ganar. La gente no es tonta y sabrá distinguir en relación a la honradez de mi padre; valorará los éxitos del crecimiento urbanístico que se ha experimentado en cuatro años de nuestra gestión. Y no creo que vayan a castigarnos por un asunto de corrupción que no es necesariamente nuestra responsabilidad”, razonó Yudelka.
La gestión de Fausto Gómez Collado no era la mejor del mundo, pero tampoco la peor. Él estaba convencido de que su obra –más temprano que tarde- sería justamente valorada por la gente; y basado en ese ese argumento, había decidido presentarse de nuevo como candidato, contando con el buen ánimo de su hija, quien había contribuido bastante con el mejoramiento de su imagen, realizando actividades sociales eficaces que pudiesen llegar a ser la diferencia al final de las votaciones.
Ella había logrado, a una velocidad increíble, elogios puntuales de editorialistas, reporteros y comunicadores en general, quedando definitivamente atrás el recuerdo de sus amores y extravíos; apostando -esa noche- a un triunfo en las urnas, creyendo que había recobrado la fe de los votantes en su honradez personal.
No tenía duda de que lo que estaba haciendo Yudelka en la acción gubernativa, lo estaba favoreciendo. Los sondeos previos a la votación indicaban que la simpatía electoral suya se había restablecido considerablemente, situándose ya al margen del fárrago de extravíos conductuales que se achacaban a su ex secretario.
Y con su imagen prácticamente reivindicada, ningún daño le ocasionaría la inclusión en el último debate de campaña de una serie de asuntos personales, como el amargo recuerdo de los cuernos impunes que ocasionaron su separación de la controversial abogada Piedad Batista Jiménez, la madre de sus hijos, en su tiempo de legislador. Decía que afortunadamente eso era cosa del pasado.
Una hora y media después, Fausto se comunicó de nuevo con su madre por la vía del celular, diciéndole:
-Finalmente, nuestro centro de cómputos, con el cotejo del 98 por ciento de las actas y votos computados, nos dice que estamos perdiendo, y he querido que lo sepan, ya que en quince minutos tendremos una rueda de prensa para felicitar a mi contendor, Andrés Peña, candidato triunfante.
Se hizo un silencio sepulcral. La noticia había sido para Aura como la ruptura del mundo frágil del sueño, aflorando una derrota inadmisible y misteriosa, ya que Fausto se había esforzado demasiado por ganar la reelección; duplicando sus contactos de prensa en las últimas semanas de campaña; multiplicando por tres los adherentes a sus cuentas de Facebook y twitter; y respondiendo por whatsapp las preguntas de miles de votantes.
Había realizado un esfuerzo sobrehumano, que más temprano que tarde tendría que ser admitido como valioso aporte a la democracia, tanto por sus adversarios como por los votantes que en el instante les negaban el voto; pues en la lucha por la gobernación, jamás tuvo tiempo para sentarse a lamentar el resbalón de su popularidad, ni para llorar los malos momentos en que se estuvo triste o deprimido; cuando sacaría de abajo, encabezando diversas jornadas de reconocimiento, entrega de medallas y donativos en metálicos, a personalidades del deporte y la farándula, pese a la tragedia que irrumpió en su hogar, seis meses antes, con aquel accidente automovilístico donde falleciere de manera instantánea su progenitor, el comerciante Pitágoras Gómez Martínez, a los 87 años; y resultara herido de gravedad su chofer, quien sobreviviría por un milagro, luego de chocar contra el puente de Barrabás, al salir de la hacienda de Villa María; o cuando se vio precisado a ingresar al gimnasio Golds GYM, como miembro temporal, con el propósito de realizar entrenamientos metabólicos y cardiovasculares para aumentar su resistencia cardiopulmonar y fortalecer su corazón, cumpliendo con la recomendación de su médico de que tomara diariamente sus aspirinas e hiciera ejercicios físicos como medida precautoria contra la posibilidad de un segundo infarto al miocardio; para que tampoco sucumbiera ante el estrés, o fulminado por su tendencia incesante a la gordura.
El estrés se le había agudizado durante la campaña electoral, previniéndole el sicólogo sobre el síndrome de hybris, un trastorno de la personalidad que afecta a los políticos en disfrute del poder, que -como si fuesen seres iluminados- se sitúan por encima del bien y el mal.
Siendo eso un desorden narcisista, donde convive la euforia y la depresión, dos estados emocionales que habitaban en su mente, originando mucha ansiedad y aumento de peso; lo cual pensaba superar, realizando -como en su época de diputado- certeras caminatas diarias por el Mirador del Sur, junto a un señor cuarentón, que lo alentaba a trotar cada mañana por el centro del parque, de nombre José Encarnación Soto; junto a quien lograba recorrer entre setecientos y mil metros diarios, para aligerar las libras en su cuerpo.
Por ello creía -salvo que lo prohibiera su médico- que le haría bien de nuevo unas caminatas ligeras, o un poco de natación, para divertirse y revivir los días en que su padre lo llevaba a practicar nado en la piscina de la segunda planta del hotel Napolitano, frente al malecón de Santo Domingo, observando allí una constante rutina y un entusiasmo similar a cuando se recreaba en su infancia en la piscina de Los Hidalgos.
Había sido una gran sorpresa para Fausto su derrota electoral, y muy triste tener que ser portavoz de la misma transmitiéndole a su madre los resultados adversos. Asistiría a la rueda de prensa, para cumplir con un protocolo de decencia y formalidad, reconociendo la victoria de su adversario, pero estaba muy dolido y desengañado, derrumbado por la amargura.
Aura estaba impactada por la noticia de la derrota. Fausto ordenó a un asistente que le pasara por email un informe detallado de lo acontecido, pero no necesitaba saber más, ni se sentaría a llorar la derrota; se apoyaría en la fortaleza de su carácter para resistir en el mal momento presente, abocándose de inmediato a organizar la presencia de la familia en la rueda de prensa; pues no permitiría que la gente la viese derrumbada por el desafortunado giro político que los sacaría de la gobernación.
Y por eso, lo llamó nuevamente, pidiéndole dilatar un par de horas su conferencia pública, para estar presente junto con sus nietos, en demostración de solidaridad familiar inquebrantable en la adversidad