En su primer discurso sobre el Estado de la Union, el presidente Donald Trump se refirió al problema de los dreamers, pero en vez de plantear soluciones prácticas para ellos les quitó la exclusividad de la etiqueta con la que se han identificado estos jóvenes traídos a EEUU en su infancia y, de alguna manera, minimizó la urgencia de su lucha por regularizar su estatus legal y evitar la deportación.
“Mi responsabilidad, y el sagrado deber de cada funcionario elegido en esta Cámara es defender a los estadounidenses, proteger su seguridad, sus familias, sus comunidades y su derecho al sueño americano. Porque los estadounidenses también son soñadores”, dijo el presidente en un mensaje plagado de referencias populistas y nacionalistas.
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Tiene lógica que Trump busque torpedear la campaña por la regularización en la que están embarcados desde hace años los llamados soñadores, y que se hizo más urgente a raíz de que Trump suspendiera el Programa de Acción Diferida (DACA) que el gobierno de Barack Obama diseñó para protegerlos luego de que en 2013 el Congreso no pudiera alcanzar una reforma migratoria integral.
Las encuestas indican que cerca del 80% de la población considera que hay que permitirle a los dreamers permanecer en el país, incluyendo a quienes aceptan que hay que darles una vía a la ciudadanía porque entienden que, siendo menores de edad, no tuvieron capacidad de influir en la decisión de sus padres de emigrar a EEUU sin la documentación necesaria.