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Opiniones

Danilo y el 27 de febrero

Raúl Mejía Santos
Raúl Mejía Santos

Por Raúl Mejía Santos

Celebrar la patria es un acto de nobleza ciudadana que exhibimos los dominicanos que amamos la tierra que nos vio nacer. Esa media isla “jala”, aún cuando nos encontremos en el lugar más recóndito nuestra música, platos típicos y tradiciones florecen.

Un acontecimiento tradición es la rendición de cuentas del mandatario incumbente para celebrar el dia de la independencia nacional, mandato expreso de la normativa constitucional vigente. La fastuosidad del evento se extiende a las proximidades de la Asamblea Legislativa, dándole un brillo atípico y poco acostumbrado a un sector capitalino que desluce.

Las calles alrededor de la “Bolita del Mundo” se visten de gala una vez al año para recibir dignatarios, ilustres invitados y la cúpula política nacional. La estrella del momento es el presidente de la república, quien desciende sobre el lugar a media mañana a ritmo de honores militares propios de su investidura como primer mandatario.

La rendición de cuentas es tradición para todos como parte de los festejos del 27 de febrero. El presidente sube a tamira acaparando la atención de la audiencia que le acompaña y a la vez medio país, pronunciando un discurso que nunca redacta pero hace suyo. Para Danilo Medina, a la sazón presidente de la República Dominicana, la escena resulta propicia para darle rienda suelta a su imaginación e inventiva.

Deslumbra con su talento para ocultar los retos que vive a diario el dominicano, pintando un país maravilloso, rico y colorido donde los flagelos sociales que vivimos son inexistentes. Una cosa es la realidad y otra lo que dice con pobre elocuencia el presidente Medina.

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Los pobres no los acaba el presidente, los acaba el hambre y la marginalización de sus políticas desatinadas desde el Palacio Nacional. Las falsedades se han hecho sinónimo de su carácter y hasta partidarios del oficialismo le restan méritos a sus expresiones infundadas.

La lucha interna del partido de gobierno ha erosionado la figura del jefe de estado, provocando una reacción de asombro y displicencia entre muchos conciudadanos. Danilo miente, lo sabemos todos. Su visión del país es una fantasía cómica, una tirilla barata de un diario cualquiera.

Nos daría risa su percepción distorsionada sino fuese por la gravedad del tema y la burla que representa escuchar al mandatario engañarnos con tanta facilidad.

La realidad es que somos un pueblo sumido en el atraso, la falta de seguridad social, el narcotráfico, la corrupción e impunidad de siempre, la intervención foránea de sectores que atentan contra la soberanía nacional, la escasez moral, espiritual y el abandono de la verdad y la justicia.

Ese no es el país que pinta Danilo Medina en su alocución. Oculta con una brillante habilidad la triste actualidad nuestra. Aquellos que pensaron que el presidente era harina de otro costal se equivocaron, resultó mentiroso, facineroso y simulador.

Lo peor es que pretende seguir en la faena más allá de su actual mandato, a pesar de que juró ser anti-reeleccionista, opuesto a las mañas de la clase política tradicional. Congraciarse con esa idea resulta amarga y preocupante.