Por el Dr. Juan Duran
Ex catedrático Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)
Si el gobierno del presidente Danilo Medina se atreviera a contratar una encuestadora confiable para examinar la opinión del pueblo dominicano sobre su discurso del 27 de febrero no se llevaría sorpresa alguna al confirmar el generalizado rechazo a su alocución, repleta de mentiras nada piadosas, acomodos y retorcimientos.
Pretendiendo ocultar lo inocultable, Medina se propuso pintar un país imposible e inexistente que está a punto de convertirse, en su sola cabeza, en una nación de clase media y donde la economía y las obras constituyen una muestra inequívoca, según sus palabras, de que estamos boyando en el progreso, el bienestar y alucinando con un futuro más que brillante.
La pieza oratoria, un reciclaje vergonzoso de trozos de otros discursos y retazos de otras promesas con logros magnificados y convenientes apañamientos, no fue más que una burda patraña con la que Medina y su cuestionada administración aspiran a acallar los clamores de cese de la corrupción y la impunidad que han ganado las calles, las redes y los corazones de una buena mayoría de dominicanos.
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No por otras razones quiso simplificar el tema de la migración con un golpe de efecto, evadiendo su verdadera responsabilidad en el agravamiento de ese problema, a más de querer minimizar aspectos tan sentidos como el creciente desempleo, la ausencia de políticas hacia la juventud, la delincuencia rampante y la falta de iniciativas que mejoren el gasto público.
Medina y su gobierno, apoyado por la élite enriquecida del Comité Político del PLD, se niegan a rendir cuentas al pueblo y hablo de cuentas claras y cuantificables, debido a que no pueden evidenciar una labor transparente al frente de la Cosa Pública.
Su segundo mandato, al igual que el primero, ha estado plagado de casos bochornosos de corrupción administrativa que no han sido sancionados judicialmente, lo que evidencia por igual la connivencia que apoya a los corruptos del partido oficial que han elegido hace mucho servirse del partido para servirse ellos con cuchara grande.
Lastimoso y obsceno es que llegado el 27 de febrero, fecha en que celebramos la gloriosa gesta de la Independencia, el pueblo dominicano tenga que escuchar de labios de su Presidente un rosario de falacias que se quieren presentar como grandes logros, ignorando que en los barrios y los pueblos se vive a diario carestía, alza de precios, inseguridad ciudadana y la percepción de un futuro de desesperanza.
Tal vez no haga falta una encuesta para comprobar lo que desde el 27 febrero la gente piensa del discurso presidencial: que se trató no más de otro intento de engaño con el que el gobierno peledeísta desea desfigurar la realidad nacional en un vano intento de seguir en el poder para seguir en lo mismo.
Desmontemos la farsa que se ha montado en el Palacio Nacional y que procura eternizar a Danilo Medina y su equipo en el poder, impidiendo con ello que la nación decida soberanamente su destino, que no es otro que el de alcanzar un gobierno que vele por y para los intereses más genuinos del pueblo dominicano.