Por Cándida Figuereo
No faltan quienes afirman que la avaricia rompe el saco, lo que viene dado por algunos que lo quieren todo. Se trata de personas que mientras más tienen más quieren, convirtiéndose en insaciables. Sin embargo otros sólo tienen el día y la noche y son felices.
Ambos extremos deben ser respetados, por aquello de que cada cabeza es un mundo. Al margen de lo material, lo importante es el respeto mutuo.
No faltan quienes se cuestionan tener tanto ¿Para qué? No faltan las personas que gustan de la abundancia sea metálico o material. Mientras más tiene más quiere.
Conocí un señor que no salía de uno de los pisos de su hogar contando la cantidad de dinero que recibía a diario fruto de diversos negocios. Dedicaba más tiempo a la plata que a su familia, lo que dio lugar a que la esposa terminara abandonándolo.
No es que una persona no tenga dinero, sino que no es bueno aferrarse a lo material y darle más importancia que a la familia. Sin embargo, hay que admitir que gracias a Dios no todas las personas piensan así.
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El dinero se necesita para comprar lo que necesitamos. Lamentablemente hay algo que no se puede comprar con dinero, LA VIDA.
No son pocos aquellos que se han pasado la vida haciendo dinero, que luego disfrutan otros porque el dueño no tenía tiempo para su salud, para la familia y mucho menos los amigos.
Se puede tener abundancia de todo sin perder a la familia y a las amistades. Aquellos que solo tienen el día y la noche usualmente son felices y se acostumbran a su realidad sin mayores contratiempos.
Ricos y pobres pueden ser felices. Es una decisión muy personal. Al final del camino que el todopoderoso tiene para cada quien cuando le toque estar en el mundo del que nadie ha regresado, ni el rico ni el pobre se llevarán absolutamente nada.
Y peor aún, a veces el rico no sabe quién despilfarrará todo el dinero que dejó y los pleitos que a veces esto conlleva. El pobre no le da mente a eso, solo sabe que lo enterrarán y aunque sea únicamente el Día de los Muertos algún familiar pasará por su tumba. De ahí que Tener tanto, ¿Para qué? Pues nos vamos como vinimos.