Por Raúl Mejía Santos
Concluido el proceso de convención para escoger a las próximas autoridades del mayor partido opositor nacional, al Partido Revolucionario Moderno le resta una tarea por concluir: el Comité Internacional. Transcurridas varias semanas, aún desconocemos el desenlace de la saga para escoger al próximo presidente y el resto de los directivos en el exterior.
Los amigos que terciaron la gesta por ocupar la presidencia se encuentran entre la disfunción de un partido incapaz de pronunciarse sobre alegaciones formuladas por cada sector y la incertidumbre colectiva que abruma a sus simpatizantes y proselitistas en demarcaciones extranjeras.
Previo al análisis o comentario que amerite, no es menos cierto el deber de soslayar la importancia de la diáspora dominicana y su trascendencia en el escenario político nacional. Es una masa electoral decisiva, sintonizada a los males sociales que aquejan al país.
Contrario a la idiotez de bocinas radiales que dependen del erario, los dominicanos en el extranjero militan tenazmente y se apasionan por las causas políticas del suelo patrio. Estamos mal parados como oposición a Danilo Medina y el sector todopoderoso que dirige el partido de gobierno, quienes ostentan todos los recursos del mundo para alcanzar sus proyecciones.
Sería un grave error hacerles el juego. Los constantes coqueteos de facciones a lo interno del PRM con el Partido de la Liberación Dominicana nos hace pensar que las desavenencias entre altos dirigentes son profundas y buscar aliados donde sea que asomen apremia sobre la promoción de valores que garanticen acciones homogéneas frente al adversario.
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La unidad de criterio parece una difusa aspiración anhelada por muchos, pero escasamente esbozada en las altas esferas de la institución opositora. Volvamos al tema que ocupa. Transcurrido un mes desde el fallido ejercicio montado por el actual Presidente del Comité Internacional, usurpando el proceso, y luego del bochornoso episodio protagonizado por el Secretario General, queriendo emular tal ingeniosa fachada, para todos resultan desconocidos los legítimos lineamientos en esta materia, debiendo así concluir la faena de reestructuración y fortalecimiento de las distintas seccionales en ultramar.
El laureado escritor y poeta que dirige el Comité Nacional Organizador falla en remitir, que sepamos nosotros, un pronunciamiento expedito retornando el proceso a la legalidad estatutaria e institucional. Prolongan la incertidumbre y desasosiego entre militantes ansiosos de ver finalizado este maltrecho episodio. Nada contribuye el estado de indefinición y poca certeza con relación a los próximos directivos del Comité Internacional.
El mensaje institucional que destila el PRM es una desorganización monumental, incapaz de zanjar diferencias y establecer un orden disciplinario ejemplar, que logre desterrar las viejas prácticas caudillistas que ha criollizado la clase política desde la fundación de la República.
Los dominicanos en el exterior son avispados y pasan factura sobre quienes intentan marginar o acallar sus potentes voces. Quien descuide tan airosa parcela se expone a fracasar en su cometido de salir aventajado en el próximo ciclo electoral. La diáspora cada día ocupa un espacio de gran valor social.
El PRM no puede perderse la gran oportunidad de reorganizar su cúpula en el exterior, captando ese valioso respaldo de quienes hacen vida cotidiana en playas ajenas.
Nadie se alza con el poder sin su apoyo o esfuerzo. Las autoridades del partido están en la obligación moral y cívica de aclarar la situación del Comité Internacional cuanto antes, no guardar el silencio sepulcral que hasta ahora le ha caracterizado.
No se conviertan en el sostén de acciones carentes de legitimidad y cordura.
