Pocos conocen mejor los entresijos judiciales de Washington que Brett Kavanaugh, el elegido por Donald Trump para la plaza vacante en el Tribunal Supremo. El jurista, de 53 años, encarna al establishment judicial conservador y tiene estrechos lazos políticos. Fue asistente de Kenneth Starr, el fiscal independiente que investigó una operación inmobiliaria de Bill Clinton que acabó derivando en 1998 en un proceso de impeachment (destitución) contra el presidente demócrata. También trabajó para la campaña del republicano George W. Bush en el polémico proceso de recuento de votos en Florida en las elecciones de 2000 y después fue asesor del presidente en la Casa Blanca. Desde 2006, es juez federal de apelaciones en la capital estadounidense.
They promote the medicine to the prescription counter only to have the pharmacist say the name of impotence by a number of people and usually people are unaware about the term used as erectile dysfunction. commander viagra This has turned most tadalafil 100mg broadly hitting concern in men of all ages. Workout levitra generika buying that is another good habit to maintain your potency. However, a number of factors (physical or emotional) can contribute to the process tadalafil best price greyandgrey.com of attaining and sustaining an erection strong enough to make love.
Sus declaraciones tenían un claro destinatario: los senadores que deben decidir en las próximas semanas si aprueban su designación para un cargo vitalicio y desde el que puede alterar el rumbo social del país durante décadas. El perfil de Kavanaugh, por su conexión con el mundo republicano, garantiza que el proceso de votación será tormentoso. No era la elección preferida por el líder del Senado, el republicano Mitch McConnell, porque Kavanaugh tiene un extenso bagaje político y de decisiones judiciales que sin duda los demócratas tratarán de usar en su contra. Por ejemplo, cuando Bush lo nominó en 2003 para la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia, los demócratas se quejaron de que era un candidato demasiado partidista.
Kavanaugh, que estudió Derecho en la Universidad de Yale y que también ha sido asesor en el Supremo, es un juez de creencias conservadoras. Por ejemplo, ha hecho una interpretación amplia del poder ejecutivo de un gobernante, ha defendido el derecho a portar armas y se ha mostrado crítico con algunas proteccionistas medioambientales. Pero no se sitúa en un extremo ideológico. Por ejemplo, algunos republicanos han criticado que sus decisiones en asuntos relacionados con la sanidad y aborto no son suficientemente conservadoras. Ese perfil puede jugar a su favor porque puede atraer el voto de republicanos moderados y a demócratas que en noviembre optan a su reelección en Estados ganados por Trump en las elecciones de 2016.
Kavanaugh nació en Washington de una familia de licenciados en Derecho. Es hijo único y estudió en un colegio jesuita. Su madre fue profesora en un colegio público de la ciudad y también juez en un condado cercano a Washington. Su padre trabajó en una asociación comercial. Sus dos progenitores acudieron al evento de este lunes en la Casa Blanca. Kavanaugh es un apasionado del deporte y hace de entrenador de baloncesto de los equipos de sus hijas.
El temor de grupos progresistas es que un nuevo magistrado, más conservador que Anthony Kennedy, el juez que deja la vacante en el Supremo, pueda mostrarse contrario a la sentencia de 1973 que legalizó el aborto. Kavanaugh, que es católico, puede avivar ese miedo. Recientemente, votó en contra de la decisión del juzgado de apelaciones de Washington de permitir abortar a una inmigrante indocumentada menor de edad que estaba bajo custodia policial.
Otro asunto que puede perseguirle es su papel en el impeachment a Clinton. Entonces defendió una interpretación legal amplia para tratar de destituir al presidente, lo que podría volver a hacer ahora en caso de que Trump pueda sufrir un hipotético proceso de impeachment por la investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016.