Por el Dr. Juan Duran
Ex catedrático UASD
Con pesar he de reconocer que por las señales que ofrecen algunos sucesos recientes en mi país, nos avocamos a un colapso nacional sin precedentes, con graves consecuencias para preservar nuestras instituciones si no actuamos a tiempo.
Los signos que denotan esos acontecimientos, son tan graves que presagio tal derrotero que se precisa a hacer un alto y colocar todas las alertas. En efecto la corrupción generalizada promovida desde el Estado que dirige el PLD y la comprobación de que en el ejercicio de sus mandatos, el presidente Danilo Medina, por una investigación y denuncia hecha por la diputada del PRM Faride Rafúl.
Esta denuncia indica que el presidente de la nación estuvo pagando cantidades millonarias de dinero, de los fondos del estado y dinero del pueblo dominicano al señor Joao Santana y su esposa incluso estando preso en Brasil, denota que el ejercicio de la política de la gran mayoría de los dirigentes del PLD, solo ha servido para enriquecer a una elite partidaria que nos consume y nos dirige a un peligroso despeñadero.
El caso Odebrecht, es el mejor ejemplo de hasta donde hemos llegado como sociedad, hundida hasta los tuétanos en el lodazal del soborno y el latrocinio con patrocinio innegable de los gobiernos peledeísta.
La impunidad, nueva vez pretende enseñorearse en un país con una democracia secuestrada. El que se anunciara un grupo que se denominaran ser los más honestos de la nación al final han resultado ser una pandilla de delincuentes y al final de cuentas se pasean como grandes señores exhibiendo riquezas que no les pertenecen.
Todos temíamos de ante mano que los gobiernos del PLD, con el ejemplo que nos dio el señor Leonel Fernández, convirtieron la administración pública, en una corporación económica y de mafias, donde hasta la justicia en la que buena parte de sus miembros fueron designados por el dedo del partido morado, solo hay que ver el circo que han montado, juicios de payasos para entretener a una opinión pública deseosa de justicia pero sin esperanza de que esta se aplica apropiadamente.
Cada día son mayores y más frecuentes lo casos de corrupción e impunidad, igual de frecuentes las postura de cobarde e irresponsabilidad de las autoridades llamadas a enfrentar ese flagelo.
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El pueblo, arrinconado, indefenso, ve como la falta de castigo se impone como regla, que resulta ser el mejor estimulante para la depredación del erario siga tan campante y sin la debida sanción.
La podredumbre en que los gobiernos del PLD han sumido al país no deja otra expectativa que hundirnos o luchar por salvaguardar lo mejor que tenemos, que es la fuerza para luchar y la convicción de que tenemos buenas razones para fundamentar nuestros mejores deseos de bienestar y justicia para todo el pueblo dominicano.
La desesperanza, la rebatiña, el clientelismo y la falta de buen criterio nos arropa como una peste y ante esa realidad debemos sacudirnos, pues quienes dirigen el país saben de esas debilidades y sacan el mejor provecho de ellas para seguir desgobernando.
Se impone que las inteligencias más preclaras, los políticos honestos, los empresarios más emprendedores, la juventud no contaminada y las organizaciones más pujantes, junto con todas las personalidades unan voluntades y conformemos una plataforma dinámica que permita enarbolar un programa de acción capaz de corregir la fatal desviación que vive el país.
La nación clama porque sus mejores hombres y mujeres unan esfuerzos en pro de su rescate inmediato de las manos de políticos insensibles y corruptos y la encaminen por senderos de progreso, pulcritud y justicia social.
Hace falta, de manera imperiosa, re organizar el sistema político dominicano, para que sirvan al fomento de las ideas políticas y que estas se pongan al servicio de la nación, y no como ocurre actualmente, en el que el partido gobernante se sirve de la política y el estado para hacer del poder una corporación del enriquecimiento ilícito.
El pueblo dominicano debe empoderarse y exigir que sus gobernantes respondan a los mejores intereses de la nación y no a los propios. Sin unión y sentido claro de una estrategia correcta sobre lo que queremos como país no habrá salida digna a la presente situación dominicana.
El liderazgo más digno, las mentes más lucidas de la nación deben asumir un rol protagónico de transcendencia histórica en esta hora en que los signos más oprobiosos se ciernen sobre el cielo de nuestra amada Quisqueya.