La compañía inglesa Burberry –cuyas famosas gabardinas cuestan no menos de 2,000 dólares– ha revelado en su informe anual que en lugar de dar donaciones o hacer rebajas prefirió quemar miles de piezas para que estas no pierdan valor en el mercado.
Burberry es una marca de lujo inglesa famosa, entre otras, por sus gabardinas para la lluvia que tienen en su interior un estampado que hace que rápidamente cualquier desprevenido sepa que el que lleva esa prenda tiene puesto más de 2,000 dólares encima.
A pesar de todo el misticismo que parece rodear todos sus productos, en su reporte financiero de lo que va del año, la compañía admitió sin ningún aspaviento haber incinerado 38 millones de dólares en mercancía.
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Sí, Burberry ha quemado miles de esas gabardinas, bufandas de exquisita lana, accesorios, carteras y maquillaje que parece tan imposible de adquirir y que tantos hubieran estado dispuestos a comprar en un precio más accesible. Más de la tercera parte de esta gigantezca quemazón correspondía a productos de belleza.
Han preferido “destruir físicamente esos productos” antes que bajar los precios y hacer que gente de menos poder adquisitivo tenga las prendas de su marca. La estrategia, sin embargo, parece estarles funcionando al revés, porque en las redes sociales la indignación ha cobrado cada vez más eco.
“El hecho de que #Burberry quemara millones de libras en ropa en lugar de donarlos a obras de caridad y buenas causas te dice todo lo que necesitas saber sobre la avaricia capitalista”, condena un usuario de Twitter.
“Los conocedores de la industria dicen que las marcas de alta gama queman piezas no deseadas por el público en sus tiendas para evitar que sus prendas sean vendidas a precios desorbitados y usadas por las ‘personas equivocadas’. La estigmatización de clase y pobreza aquí es casi tan fea como la ropa”, condena otro.
No es la primera vez que las marcas de moda quedan al descubierto en torno a sus prácticas de deshacerse de enormes inventarios que no son comprados en las tiendas. En enero de 2016, la compañía H&M tuvo que salir a hacer una promesa pública de que no desecharía y cortaría la mercancía no vendida después de que una joven estudiante hallara bolsas completas llenas de ropa nueva que había sido cortada y arrojada en bolsas de basura en pleno Nueva York.
“Después de años de tener su marca, ¿todavía no pueden predecir las ventas y estudiar el comportamiento de su cliente, o al menos encontrar mejores formas de mitigar el exceso de inventario? ¿Sitios de reventa? ¿Rediseño? ¿Por qué quemar? La parte triste es que no es solo Burberry. La mayoría de las marcas de lujo hacen esto”, siguen increpando los consumidores en las redes.
La noticia arroja serias preguntas a una industria que parece ser cada vez más responsable del desperdicio y la contaminación mundial. ¿Por qué si hay que salir a destruir inventario, no se reevalúan los niveles de producción y de cambio de inventario, para producir menos ropa y así desperdiciar menos? ¿Si las marcas no le ven misterio a quemar sus prendas, tienen estas piezas en realidad algún valor, cuestan acaso lo que dicen?
Ante este exceso de prendas y productos, nada nuevo en la industria, muchas marcas optan por abrir descuentos, remates y algunas pocas donaciones, pero otras como Burberry siguen viendo –sin ninguna mira a cambiarlo– en la destrucción la mejor manera de mantener su valor de marca.