La gravísima crisis económica e institucional de Venezuela ha generado al menos un consenso amplio que, con la excepción del núcleo duro del régimen de Nicolás Maduro, incluso amenaza con quebrar al chavismo por dentro. Casi todos coinciden en que la situación se ha vuelto insostenible. Lo es por la hiperinflación, por la presión internacional y las sanciones a algunos de los principales dirigentes oficialistas, por la represión de la protesta social en la calle, los presos políticos —250, según la ONG Foro Penal—, por el saqueo de PDVSA, la petrolera estatal…
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“Si no abandonan el socialismo y van hacia una dictadura, simplemente vamos a tener un colapso mucho mayor. Es decir, anarquía, que nada funcione y que todo se convierta en una especie de Mad Max”, vaticina Ángel Alvarado, economista y diputado en la Asamblea Nacional elegido en 2015 en las listas de Primero Justicia, el partido de Julio Borges y Henrique Capriles.
Un semestre clave
“Están empobrecidos todos, el chavismo tiene una base popular muy grande y yo siempre me acuerdo de ese cuadro de Goya en el que Saturno se come a sus hijos. En este momento el socialismo se está comiendo a sus propios hijos”, continúa este opositor. “Yo creo que el segundo semestre va a ser clave. Tenemos demasiados catalizadores a la vez: sindicatos molestos, trabajadores, fuerzas armadas, descontento generalizado, las sanciones pueden empeorar… ¿Alguna de estas cosas es nueva? No. Lo que es nuevo es que todo ocurra a la vez”, advierte.
Según el análisis más extendido, Maduro logró la reelección en mayo de forma ilegítima, porque convocó unas presidenciales sin suficientes garantías democráticas y poniendo trabas a la oposición, cuyas fuerzas mayoritarias declinaron participar. No obstante, uno de los escenarios de futuro que contemplan analistas como Henkel García pasan precisamente por un acuerdo entre el chavismo y un sector de la oposición. O, como hipótesis alternativa, por una crisis interna del oficialismo que dé paso a una transición. “Analizando la dinámica dentro del chavismo, él gana con la promesa de hacer un cambio en la economía, cosa que no ha podido entregar”, explica. Esta circunstancia puede conferir un carácter político al malestar social, que hoy está todavía desarticulado.
Con estas premisas ayer comenzó su congreso la formación de Gobierno, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Rodrigo Cabeza, que fue ministro de Finanzas del expresidente Hugo Chávez y diputado, mantuvo que en su opinión el cónclave será una simple exhibición de unidad del oficialismo. Cabeza dijo en declaraciones a la agencia Reuters que el Gobierno prohibió a los ministros mencionar la palabra hiperinflación y hablar de subida de precios. El argumento habitual del Maduro para tratar de justificar los males de Venezuela es el de la “guerra económica” y el supuesto fantasma del enemigo exterior.
La oposición
No obstante, la clave consiste en desentrañar los próximos pasos de la oposición, que, antes de la votación de la Asamblea Nacional Constituyente en julio de 2017, mantuvo la presión en la calle durante casi cuatro meses para luego sumirse en el desánimo y en las tensiones internas. Mientras algunos gremios, como los del sector sanitario, le han plantado cara al Gobierno en las últimas semanas, el Frente Amplio —el movimiento que se propone convertirse en una alternativa a la MUD— ha sopesado la posibilidad de convocar una huelga general.
Opositores como Alvarado están dispuestos a dar la batalla, en un intento de quitarle la incitativa al Ejecutivo: “Ahora, si logran pasar estos seis meses, podemos ir a una situación muy complicada en los próximos años. Es decir, que se instale y se consolide algo completamente perverso”.
“Al final”, resume, “lo que está en juego es el Gobierno, si abandona el socialismo o no y si se convierte en un Estado de dictadores”.