Por Nelson Encarnación
Muchos de los análisis que se hacen como anticipación de un probable desenlace electoral en 2020 apuntan hacia la supuesta debilidad de la oposición, lo cual, en contraposición, se traduce en una fortaleza del Partido de la Liberación Dominicana, y en consecuencia proyectarse como un seguro ganador.
El primer razonamiento me parece que es un mito que se sostiene solo por el hecho de que existe una oposición atomizada, lo que eventualmente pudiera ser coyuntural, pues los intereses opositores siempre serán comunes: desplazar al PLD del Gobierno.
Ahora bien, en lo concerniente a la fortaleza del PLD, ésta se afinca en el hecho innegable de la cadena de victorias en las urnas logradas a partir de 2004, las cuales le convierten en la más exitosa organización política en la historia democrática de la República Dominicana.
Sin embargo, eso no garantiza, necesariamente, que se pueda repetir en 2020 asumiendo que la supuesta o real debilidad de la oposición es una papeleta segura al triunfo.
Las circunstancias pueden variar y convertir en fuerte lo que es aparentemente débil ahora y debilitar un PLD que electoralmente se ha presentado como una fortaleza infranqueable en cuatro elecciones presidenciales y dos de medio término.
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La referencia más próxima la tenemos en el doctor Joaquín Balaguer, quien ganó seis elecciones pero en dos espacios temporales distintos (1966 a 1978) perdiendo dos batallas de por medio (1978 y 1982) para volver a triunfar en otras tres (1986 a 1994), pero con realidades muy diferentes, ya que en 1970 y 1974 lo hizo cabalgando arriba de una brutal represión que provocó el retiro de la real oposición.
En ese sentido, los triunfos del PLD han sido claros y contundentes, y si se les ha cuestionado no ha sido más que por necedades o para justificar el llamado “derecho al pataleo”.
Empero, la supuesta debilidad de la oposición se le puede comparar con el temperamento de una persona en situación aflictiva. Esto es, que no hay personas cobardes sino que todo depende de las circunstancias.
Así, no podemos hablar de oposición débil, ya que todo dependerá de cómo se comporte la sociedad en un trance determinado, en el cual ésta puede apelar a lo más próximo que tenga como contraparte a la organización de Gobierno, aunque al día siguiente sienta que ha cometido un error.
Sin embargo, ¿dónde radica la fortaleza del PLD y la real debilidad de la oposición? La respuesta la encontramos en la conversión de simpatías en votos, escenario donde el peledeísmo ha probado ser una formación política sencillamente demoledora e imbatible.
Y es que sacar a votar a tres millones de personas no es tarea de cualquier entelequia.