Por Polón Vásquez
La dedicatoria del próximo Torneo de Béisbol Dominicano Otoño Invernal al inmortal deportista criollo, Vladimir Guerrero por parte de la directiva de la Liga Dominicana de Béisbol Profesional, ha sido una excelente decisión y bien atinada.
Los millones de fanáticos del béisbol que conocemos las cualidades profesionales, en las calles y los campos de juego de Vladimir Guerrero, con esta sabia y oportuna decisión de *Lidom*, estamos, más que contentos, bien satisfechos.
Y estamos contentos y satisfechos con la decisión, porque la misma se ha hecho, en un momento en que Guerrero está vivo, estará presente y podrá disfrutar plenamente, éste merecido reconocimiento a su destacada actuación en las Grandes Ligas del béisbol Norteamericano.
Dedicarle este torneo a Vladimir Guerrero, generó comentarios adversos, cuando la Presentadora y Productora de Televisión, Mariasela Álvarez dijo en su programa que si dedican el torneo al Doctor Leonardo Matos Berrido, haría un llamado a los fanáticos para que no asistieron a los estadios, por la complicidad de Berrido en la muerte de Edith Gómez.
El beisbolista dominicano Vladimir Guerrero, nacido en una comunidad rural de Baní, al Sur de la República Dominicana, el quisqueyano llegó a Estados Unidos sin saber leer ni escribir, pero su talento lo propulsó a una carrera digna del Salón de la Fama.
Vladimir Guerrero nunca fue un jugador de muchas palabras. Apenas podía comunicarse en inglés y tampoco era muy expresivo con sus compañeros de equipo, Guerrero nació para la inmortalidad.
Vladimir Guerrero con el uniforme de los desaparecidos Expos de Montreal, desde los inicios de su carrera como profesional del béisbol, el ex jardinero dominicano demostró que no necesitaba dominar el idioma. Sus habilidades hablaban por sí solas y su bate era el mecanismo de expresión.
El hoy miembro del Salón de la Fama llegó con etiqueta de superestrella al béisbol de Estados Unidos. Destrozó todas las ligas menores y en las Mayores se quedó con el espectáculo con su tórrido bateo, excelente defensa y espectacular brazo.
Todo ello con un estilo muy peculiar y ortodoxo, lo que le valió hace dos meses, convertirse en el tercer dominicano en ser exaltado al Salón de la Fama del béisbol en Cooperstown.
“Vladimir y yo firmamos el mismo año, en el 94. Él llegó de Dominicana a West Palm Beach, donde eran los entrenamientos primaverales de los Expos de Montreal en aquella época”, recordó en conversación con *RCM-Noticias* el ex pelotero puertorriqueño Hiram Bocachica, quien compartió esos primeros años con Guerrero en las Menores.
“Lo recuerdo alto, flaco, que las caderas le llegaban al pecho… y todo el mundo preguntaba quién era él. Todo lo hacía bien ortodoxo, bien brusco. No hablaba inglés y lamentablemente no sabía ni leer ni escribir”.
Guerrero, nacido en Baní, fue firmado por los Expos de Montreal en el 1993 cuando apenas tenía 18 años con un bono de $2,500 pesos dominicanos. Su paso por las Menores fue corto y en el 1996 ya estaba haciendo su debut en las Mayores.
“Recuerdo, como ahora, que cuando hicimos el primer infield en los entrenamientos, entonces todo el mundo dijo: ‘wow, ¿quién es él?’. El brazo que tenía era sorprendente. Cuando lo vimos cogiendo prácticas de bateo sin guantillas y sin nada, era impresionante.
Los swings que hacía parecían que se quería partir la espalda, casi se le caía el casco. Ahí fue que todos se empezaron a dar cuenta de que era algo especial. La coordinación de ojos y manos que tenía era sorprendente”, recordó el boricua.
Bocachica contó que para ese entonces también estaban haciendo sus primeros pininos en el béisbol organizado sus compatriotas Javier Vázquez, John Lin Pachot y José Vidro.
Estos se convirtieron en, prácticamente, unos tutores del espigado jugador dominicano, aunque ellos también estaban pasando por un proceso de adaptación.
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“Lo ayudábamos mucho. Él no hablaba el idioma y nosotros apenas estábamos empezando a hablarlo. Él siempre se quedaba atrás y me decía ‘Boca… lo que tú pidas yo quiero lo mismo’. O si no pedía el número tres o el dos del menú. Era un chamaco bien callado, bien reservado, pero daba gusto verlo jugar”, agregó Bocachica, quien fue reclamado por los Expos en la primera ronda del 1994.
De igual forma se expresó Vázquez, el hoy retirado lanzador que tuvo la oportunidad de jugar con Guerrero durante cuatro años en liga menor y seis en las Mayores.
“Yo jugué con Vladimir en la Liga Rookie, Clase A y después él se nos adelantó a todo el mundo por ahí solo y luego jugué seis años con él en Montreal”, dijo sonriendo Vázquez, quien tuvo una exitosa carrera en las Grandes Ligas.
“Siempre recuerdo que, cuando empezó en los Rookie en el 1994, él estaba en la Liga de Verano de Dominicana. Todo el mundo hablando de él. Decían que estaba dando palos y ya mismo vendría para Estados Unidos.
Cuando fue a Estados Unidos también la destrozó. Me acuerdo los palos que daba por encima del batters eye en el centro field (área donde se pone una cortina negra para evitar que los bateadores se confundan). Fue un pelotero excitante de ver jugar”.
Vázquez coincidió con Bocachica al señalar que el hoy miembro del Salón de la Fama no tuvo ninguna mala temporada en las Menores. Esto le abrió el camino para una larga y exitosa carrera en el mejor béisbol del mundo.
“Vladimir Guerrero nunca dejó de batear bien. Primero fue en los Rookie y después mató la Clase A, hizo el Juego de Estrellas. Nunca tuvo años malos en las Menores, subió rapidísimo. Mató todas esas ligas donde jugó”, agregó Vázquez.
De hecho, Guerrero promedió 346 de por vida en las Menores. Bateó 50 jonrones, remolcó 201 carreras y nunca tuvo que jugar a nivel Triple A.
Vázquez, quien terminó su carrera de catorce temporadas con marca de 165-160, indicó que a pesar de que Guerrero se distinguió por ser un bateador “alocado” en el plato, observaba los movimientos y estudiaba muy bien a los lanzadores contrarios.
“Hay cosas que la gente no sabe, pero él veía el juego y nos decía: ‘éste me está tirando esto y me voy a sentar al primer pitcheo con la curva y si me la tira se la voy a sacar’, decía Guerrero a sus compañeros de equipo.
“Así hacía y la sacaba a mil pies. Estudiaba bien al pitcher, sabía lo que estaba haciendo. Como era un bateador que swingueaba a todo, era parte de lo que lo hacía especial. Vladimir le hacía swing a una bola seis pulgadas afuera y le daba para el right field”.
El quisqueyano, quien entró a Cooperstown con la gorra de los Angelinos de Los Ángeles, también se distinguió por ser uno de los pocos bateadores que no usaba guantillas para batear. “Toda su vida jugó sin guantillas. En frío, en calor, en Chicago, en Arizona”, recordó, por su parte, Bocachica.
“Y para curarse las manos se las orinaba. Él decía que eso le curaba las manos y aparentemente funcionaba porque nunca le vi ampollas ni nada. Nosotros decíamos que estaba loco, pero hoy es un hall of famer. De verdad que fue un gusto y un placer estar con él en aquellos equipos”, manifestó Bocachica.