Por Fausto Herrera Catalino
Al favorecer al partido en el Gobierno, con el escenario del triple empate técnico, una sospecha de manipulación se observa en las intenciones políticas de la recién publicada encuesta Gallup del periódico Hoy.
Dicha encuesta influye con el artificio de una opinión pública anti cambio, pero las manifestaciones ciudadanas recientes, obligan, al menos, a detenerse en esta pretensión mediática.
El clientelismo entre el partido de Gobierno y la agencia de encuesta, se evidencia como un instrumento de manipulación de la opinión pública.
Dicho sesgo corrompe la medición al incluir el presidente de la República, ya que, falta a la Constitución en su vigésima disposición transitoria que prohíbe su re postulación.
Ese perverso manejo, cuestiona la responsabilidad ética de la encuesta, pues son inherentes al poder y su relación con la ciudadanía en dos dimensiones: una sobre la política de las encuestas y la otra sobre las encuestas de la política.
Más aún, las encuestas han sido eficaces al poder y sus regímenes, es decir, participan en las prácticas de poder que ejerce un sector sobre otro; por ejemplo, el ejercicio de influencia antes de una elección. Ejemplos elocuentes son las elecciones de 2012 y 2016.
Las encuestas, efectivamente, tienen un efecto en aquello que describen y esto se relaciona con su capacidad de manipulación. Es así, porque los ciudadanos somos educados para no tomar decisiones acerca de nuestro destino, sino por medio de la opinión determinante de quienes ejercen el poder. Existe, ahora, un cambio de actitud en la conciencia nacional.
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Ciertos estudios demuestran que la proliferación de las encuestas obedece a las demandas que ha creado la industria del marketing político.
A partir de evidencias de ese tipo, podemos entender que la imagen del país que resulta de las encuestas como instrumento político haya sido funcional, en general, para quienes tienen poder, el establishment.
En el caso puntual de la República Dominicana, la tesis sobre la manipulación en función y subordinación a intereses fácticos parece ser relevante y esto implica que esta encuesta sea cuestionada no sólo en lo técnico, sino también en lo ético.
La mayoría de las encuestas están vinculadas a espacios de poder y sus intereses, de alguna u otra manera.
Es un mito “las encuestas no predicen resultados”, afirma Daniel Ivoskus, presidente de la Cumbre Mundial de la Comunicación Política. Y, argumenta “porque la campaña exitosa no depende de un solo factor, sino de un equilibrio entre distintas fuerzas que se complementan.”
Agrega el experto citado “no hay encuestas mágicas ni dinero que valga cuando la gente tiene el derecho de elegir a quienes los gobiernan.”
Es un camino sinuoso y complicado, como explica el fenómeno del electorado “líquido” término inspirado en las ideas de Zygmunt Bauman sobre la sociedad líquida, en que las categorías que estructuran o explican lo social son difíciles de predecir porque están en una constante relación de cambio y permanencia.
Por último, la importancia de regular el campo de las encuestas. En cuanto estas se deben éticamente a la sociedad, son productoras de información que tiene impacto y que puede moldear fenómenos sociales. 3 de octubre de 2018.