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Lo que está en juego en estas elecciones

Por Daniel Morcate

En Estados Unidos se han celebrado elecciones en las que francamente daba más o menos lo mismo por quién votar e incluso votar o no votar. Era la época en que podíamos afirmar, con Gore Vidal, que había dos grandes partidos conservadores: el republicano y el demócrata. Sus plataformas políticas, el discurso y las acciones de sus candidatos no permitían distinguir diferencias sustanciales. Sobra decir que la elección de este martes no se parece en nada a aquellas en que, por ejemplo, Bill Clinton “triangulaba” para absorber metas y principios republicanos y sus rivales George H. W. Bush (1992) y Bob Dole (1996) se desplazaban al centro ideológico, asimilando causas típicamente demócratas.

En las elecciones de este martes los estadounidenses nos jugamos no ya la calidad y profundidad de nuestra democracia –como suele suceder– sino la democracia misma. Decidimos si vamos a permitir no ya que un solo partido sino un solo hombre, Donald Trump, controle todas las palancas del poder para manejarlas a su antojo, con la complicidad de oportunistas y trepadores que consienten todos sus excesos y justifican todos sus desmanes.

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Normalmente en los comicios presidenciales y de medio término, como el de este martes, se decide el futuro de programas y legislaciones federales sobre cuidado de salud, impuestos, educación e inmigración, entre otros asuntos de peso. Pero esta vez se decide algo mucho más fundamental: si los estadounidenses vamos a premiar o castigar la presidencia más divisiva en la historia moderna de la nación y una campaña por parte del presidente y otros republicanos basada en mentiras, exageraciones y la instigación de toda clase de temores para azuzar los peores instintos y vulnerabilidades de los ciudadanos.

Para los hispanos, afroamericanos, inmigrantes y personas de la comunidad LGBT está en juego nuestra dignidad como miembros de esta sociedad. Donald Trump truena incesantemente contra los inmigrantes como muchos de nosotros, con su retórica y sus acciones deshumaniza a los indocumentados y reduce temerariamente la inmigración legal a un país que se fundó, creció y prospera gracias a los sacrificios y la creatividad de los inmigrantes, como sus propios antepasados. Tampoco cesa de fustigar a los afroamericanos, especialmente a atletas destacados cuyo éxito basado en el mérito personal envidia. De palabra y de hecho alienta a quienes resienten el progreso de los afroamericanos. Y recorta derechos que habían conquistado las personas LGBT luego de sufrir siglos de discriminación y maltratos. Para estos cuatro sectores de nuestra comunidad el voto en contra de Trump y sus facilitadores es una cuestión de legítima defensa.

El presidente y sus facilitadores se han embarcado en una aventura riesgosa para acumular poder y enriquecerse, debilitando nuestras instituciones democráticas, como el poder judicial, al que promueven ideólogos ultraconservadores, el poder electoral, al que socavan con medidas de supresión de votantes y la prensa libre, a la que atacan para minar su rol de fiscalizadora del gobierno y los poderosos. Nada de lo bueno que puedan hacer con el control enorme que han adquirido justifica los medios turbios que utilizan para gobernar: las mentiras constantes, las decisiones por decreto, el uso de la “opción nuclear” en el Congreso, la estigmatización de los indocumentados y los guiños abominables a los racistas y neonazis que, con eufemismo, llaman “supremacistas blancos”.

No es coincidencia que Trump realice una frenética campaña para promover candidatos que sean sus incondicionales. Lo hace porque teme que una oposición demócrata fortalecida investigue sus chanchullos económicos, su contubernio con Vladimir Putin, su nepotismo y sus incontables abusos de poder. La justicia ya ha condenado o procesa a varios de sus cómplices originales, los que le ayudaron a embaucar a millones de estadounidenses cuando aspiró a la presidencia en 2016: Paul Manafort, Rick Gates, Michael Flynn, Steve Bannon, George Papadopoulos, Michael Cohen, Roger Stone y otros. Decenas de legisladores republicanos no se presentaron a la reelección porque no quieren ser cómplices de Trump. Mañana el mandatario aspira a reemplazarlos con otros dispuestos a obedecerle, a obstruir las investigaciones de las que es blanco y a participar en su bochinche contra la prensa independiente. Trump pretende este martes darle el zarpazo definitivo al otrora vibrante partido de Abraham Lincoln.

El único obstáculo que queda para evitar que el presidente descarriado se salga con la suya somos los votantes que creemos firmemente en el decoro en la vida pública, la justicia y el estado de derecho en este país. Quienes votemos en estas elecciones tenemos la oportunidad de rechazar a los políticos que se están prestando a la campaña de odio, divisiones y cinismo que ha convertido a Trump en una figura dañina y peligrosa para el bienestar de nuestra república. Esta pudiera ser la última oportunidad.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.