George Bush padre, el presidente que selló el fin de la Guerra Fría y derrotó a Sadam Hussein en la Guerra del Golfo, falleció este viernes por la noche a los 94 años. Nacido en el seno de una familia patricia de Nueva Inglaterra, representaba un republicanismo moderado y pragmático que echa chispas en su contraste con la era de Donald Trump.
Sus cuatros años de mandato en la Casa Blanca (1989-1993) quedaron marcados por las turbulencias de la política exterior, que navegó con éxito y le concedieron altos niveles de popularidad, pero la crisis económica y su falta de carisma le impidieron salir reelegido. Llevaba varios años con problemas de salud, aquejado de la enfermedad de Parkinson.
Su esposa, Bárbara, con la que estuvo casado 73 años, había fallecido en abril. Tuvieron seis hijos, entre ellos un expresidente y un precandidato presidencial. Con él se va el patriarca de una de las grandes dinastías políticas americanas.
Antes de llegar a la presidencia, George Herbert Walker Bush (Milton, Massachusetts, 1924), había sido de todo en la vida pública: congresista, embajador ante las Naciones Unidas y en China, jefe del Partido Republicano, director de la CIA y vicepresidente de la era Reagan.
Labró su carrera política y empresarial en Texas, a donde se había mudado muy joven, pero provenía de la Nueva Inglaterra de la derecha moderada y la izquierda exquisita y encarnaba la quintaesencia del hoy denostado establishment. Su padre era un rico empresario del acero, amén de senador y brokeren Wall Street, que jugaba a golf con Dwight Eisenhower.
A los 18 años, cuando el guion no escrito de su vida mandaba ir a Yale y comenzar en el mundo de los negocios, decidió alistarse en el Ejército y combatió como piloto en la Segunda Guerra Mundial. Cayó derribado en 1944, pero un submarino lo rescató y pudo regresar con vida y condecorado. Entonces sí se graduó en Yale y se casó con Bárbara, su novia desde la adolescencia, cuando él tenía 21 años y ella 20. Se mudaron a Texas y comenzó en el negocio del petróleo. Se convirtió en congresista en los 60.
Como el senador John McCain, muerto hace tres meses, de George H. W. Bush simboliza ese tipo de político con el que a Estados Unidos le gusta identificarse, un viejo héroe de guerra cuyas decisiones, más o menos acertadas, superaban los cálculos de la lucha partidista.
Este viernes recibió palabras de reconocimiento de republicanos y demócratas. El presidente Donald Trump, que se encuentra en la cumbre del G-20 en Buenos Aires, emitió un comunicado destacando su liderazgo. “Con su esencial autenticidad, agudo ingenio, y compromiso inquebrantable con la fe, la familia y el país, el presidente Bush inspiró a generaciones de compatriotas estadounidenses hacia el servicio público”, señaló.
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El expresidente Barack Obama, quien ya elogió su política exterior en vida, lo definió como un ejemplo de que el servicio público puede ser una llamada “noble y feliz”. “Lo hizo muy bien durante su viaje. Expandió la promesa de América a los nuevos inmigrantes y las personas con discapacidades. Redujo la amenaza de las armas nucleares y construyó una amplia coalición internacional para expulsar a un dictador de Kuwait.
Y cuando las revoluciones democráticas florecieron en la Europa del Este, fue su mano firme y diplomática la que consiguió terminar la Guerra Fría sin disparar un solo tiro”.
Si no era cautivador como político, George H. W. Bush sí destacaba por sus habilidades diplomáticas. Su política exterior se concibió siempre desde la realpolitik y combinó la cautela con la fuerza. Firmó con Mijaíl Gorbachov en 1991el tratado para la reducción de armas nucleares.
En la Guerra de Golfo impulsó una coalición militar de más de una treinta de países que logró expulsar rápidamente a Sadam Hussein de Kuwait en 1991, aunque por prudencia evitó entrar a combatir en Irak y derrocar al dictador, algo que años después haría su hijo, el presidente George W. Bush (2001-2009), iniciando una guerra de consecuencias desastrosas y aún por cerrar.
Sí optó por la invasión en Panamá el 20 de diciembre de 1989, con un ataque que duró apenas unas horas y llevó al dictador Manuel Antonio Noriega a rendirse en apenas unos días. Fue llevado a Estados Unidos y juzgarlo por narcotráfico.
Durante la época de la Guerra del Golfo, su popularidad llegó a rebasar el 80% y recibió el reconocimiento de la oposición, en una época en la que los consensos bipartitos no resultaban tan complicados como ahora. Parecía, de nuevo, el guion de quien está llamado a repetir mandato en la Casa Blanca, pero la recesión y el atractivo de un joven candidato demócrata llamado Bill Clinton lo apearon de la presidencia. Aquel famoso mantra de “Es la economía, estúpido”, frase que se atribuye a un asesor del demócrata y que sintetiza el éxito de esa campaña, fue lo que sentenció a Bush padre.
En materia económica, impulsó las negociaciones del gran tratado de libre comercio entre EE UU, México y Canadá (la antigua Nafta, en sus siglas en inglés), pero fue Clinton quien lo firmó. Y, pese a sus promesas electorales y el credo conservador, se vio obligado a subir los impuestos tras la era de las grandes rebajas de Reagan.
Había perdido su primera intentona hacia la presidencia de EE UU frente al exactor, que tras derrotarle en las primarias lo escogió número dos en las elecciones, como candidato a la vicepresidencia.