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Un día como hoy, 10 de diciembre, pero de 1950, hace 68 años, esbirros al servicio de Félix Wenceslao Bernardino, cónsul de Trujillo, en Cuba, se presentaron en la casa No. 08 de la calle Cervantes, en La Habana (Cuba), donde secuestraron a Mauricio Báez, de quien no se supo más nada de él. Lo desaparecieron.
¿Quién fue en vida Mauricio Báez De Los Santos?
Hijo de Daniel Báez y de Julia de los Santos, nació el 23 de septiembre de 1910 y creció en Sabana Grande de Palenque, San Cristóbal, hasta que su familia se trasladó a San Pedro de Macorís. Allí, Mauricio trabajó en una Bodega del Ingenio Colón y, luego, como muellero en el puerto de esa ciudad.
En 1930 (con 20 años de edad) se inició en las actividades sindicales integrándose a asociaciones e instituciones de su época, siendo un miembro activo de su gremio, desde el cual estimuló y organizó otras instituciones de igual índole en diferentes provincias. Logró organizar a más de 30 gremios sindicales en toda la provincia de San Pedro de Macorís. Con ellos fundó la Asociación Local del Trabajo de San Pedro de Macorís.
Se preocupó desde entonces por la superación personal a través del estudio, por lo cual se trasladó a esa ciudad, donde encontró trabajo como marino, como se llamaba a una parte de los estibadores del puerto que cargaban los buques lejos del muelle.
Al tiempo que iniciaba estudios formales, a mediados de los años treinta comenzó a escribir artículos en diversos periódicos, entre ellos Combate, propiedad de su primo Antonio Báez. En ellos denunciaba las condiciones de trabajo imperantes en la región oriental.
Lo hacía con todo el cuidado por lo peligroso que resultaba cuestionar la explotación social. Manifestaba de palabra adhesión al régimen como medio de protección, proclamaba a Rafael Leonidas Trujillo Molina como defensor de los trabajadores y procuraba mantener buenas relaciones con funcionarios provinciales, mientras iba dando forma a su sensibilidad ante los problemas de la clase trabajadora por medio de este ejercicio del periodismo.
Se vinculó a intelectuales jóvenes de orientación marxista, algunos de los cuales lo ayudaron en su educación, como Víctor Ortiz.
En 1939 el régimen dio luz verde a la organización de gremios obreros, término que se utilizaba para denotar un tipo de entidad centrada en la ayuda mutua y la defensa de intereses del oficio. Junto a algunos activistas, hizo del Gremio de Marinos una base para la promoción de la organización obrera en Macorís.
En los años siguientes, Báez propició la fundación de gremios en los principales oficios y centros de trabajo. La culminación de esta labor fue la organización de los trabajadores del campo, ya con una visión sindical más definida.
En 1943 se fundaron las federaciones provinciales del trabajo, destinadas a agrupar a los gremios de cada demarcación provincial. Báez fue electo presidente de la federación macorisana. Consolidó un núcleo de dirigentes compuesto por Nicolás Mercedes, Justino José del Orbe, Teódulo Guerrero Montás, Víctor Conde, Providencia viuda Lugo y otros.
Hacia 1945 se incrementó la agitación obrera a causa de la inflación. Mauricio Báez estuvo vinculado a varias huelgas que se produjeron en el área urbana y en el sector azucarero.
La Gran Huelga
Preparó así las condiciones para la huelga general azucarera, en enero de 1946, en coordinación con la Federación Provincial de La Romana, de reciente creación. De manera sorpresiva, el día 7 de ese mes, todos los ingenios de la zona fueron parados por una demostración contundente de sus trabajadores. Algunos dirigentes vincularon esta huelga con informaciones provenientes de los exilados de que se produciría una expedición armada. El régimen, consciente de que era preciso desmontar este peligroso foco de disidencia, optó por negociar y aceptó los reclamos. En muchos casos los salarios se duplicaron.
A pesar de la moderación que mostró, Trujillo dispuso su asesinato, por lo cual se vio forzado a marchar al exilio en Cuba. El régimen había intentado sobornarlo para ponerlo a su servicio. Báez vivía en la pobreza como cualquier obrero, pero rechazó todo posible beneficio económico personal. Los que lo conocieron lo califican como un hombre honesto, trabajador, íntegro, valiente e insobornable. Báez se ganó rápidamente la confianza y el respeto de los trabajadores, por cuya defensa sufrió represión, prisión y exilio en varias ocasiones.
En la isla hermana se vinculó con prominentes líderes obreros. Por la radio denunció el régimen de Trujillo y se identificó como miembro del Partido Democrático Revolucionario Dominicano (PDRD), la denominación del Partido Comunista creado en la clandestinidad casi tres años antes.
El joven dirigente, a través de los periódicos El Combate y El Federado, aprovechó la apertura engañosa del régimen de Rafael Leónidas Trujillo para promover y organizar la lucha de los trabajadores de la región Este, principalmente en La Romana y San Pedro de Macorís y el 7 de enero de 1946 los obreros de La Romana y de San Pedro de Macoris se lanzaron a las calles en una huelga indefinida, exigiendo el aumento de sueldo y el cumplimiento de la jornada de trabajo de 8 horas diarias. Conseguió conquistar partes de las demandas de los obreros por la intervención del dr. Jesús de Galindez, vasco y asesor jurídico de la Secretaría del Trabajo.
Después de dicha huelga, Rafael Leonidas Trujillo empezó una oleada represiva contra los movimientos sindicales de la región Este, asesinando y encarcelando a decenas de sus miembros, algunos de los cuales se refugiaron en la Embajada de México, siendo finalmente exiliados. Entre ellos se cuenta a Mauricio Báez, por segunda vez.
Cuando se le estrechó el cerco, después que se lograron nuevas conquistas reivindicativas a fines de 1946, consideró que su vida peligraba. Tiempo atrás, había sido objeto de una golpiza a manera de advertencia. Optó por abandonar el país, en marzo de 1947, lo que valió la expulsión, en compañía de Dato Pagán, de las filas del PSP.
Se vinculó de nuevo a los exiliados, pero esta vez en función de los preparativos expedicionarios que desembocaron en la formación del contingente de Cayo Confite, siendo parte de la tropa, compuesta por alrededor de mil cubanos, trescientos dominicanos y otros cientos nacionales de otros países.
Tras el fracaso del intento expedicionario, por presiones de Estados Unidos, Báez volvió a su labor de denuncia del régimen. No está claro cómo evolucionó ideológicamente. En realidad, nunca había sido un marxista en el sentido teórico. Pero sus compañeros de exilio afirman que siguió siendo un hombre de izquierdas, partidario del socialismo y fiel a su misión de campeón de la causa reivindicativa de los trabajadores.
Como homenaje a su recuerdo hay calles de la ciudad de Santo Domingo que llevan su nombre en las barriadas Villa Juana, Los Girasoles, La Fuente, Los Girasoles, San Pedro de Macorís y en Villa Juana está la Plaza y el Centro Deportivo y Cultural Mauricio Báez.