Dr. Juan Durán, reside en la ciudad de Madrid, España
Los que nos dedicamos a la política como servicio a la sociedad, debemos en primer lugar ver nuestros actos, los cuales de ellos depende y a ellos se debe que la sociedad nos juzgue.
En la República Dominicana gobierna un partido, que sus dirigentes se han endiosado y se creen que están por encima de la ley, de la carta magna y de todo un pueblo.
En estos dias venimos oyendo un debate, que si bien a desparte enconados enfrentamientos y duras criticas en algunos sectores, la decisión de que manifestantes del FALPO lanzaran excrementos hacia el edificio de la suprema corte de justicia, en repudio a un poder judicial corroído por la corrupción, vale amparar este episodio en su justa dimensión para poder abordarlo, sin apasionamientos de dudosa marca.
Lanzar heces fecales en el día del poder judicial como demostración que interpreta un amplio sentir popular hacia el estamento de la justicia dominicana, no fue mas que un acto, aunque atrevido, que ejemplificó un sentimiento que esta arraigado en el alma del pueblo dominicano.
Lo que hizo el FALPO no fue más que en convertirse de avanzadílla de ese sentimiento y con una valentía muy original, que ojalá surgiera en todo ese pueblo.
Esta forma extrema de manifestarse no es más que la impotencia que los dirigentes del PLD han sumergido a toda una nación convirtiendo el sistema judicial en un hazme reír.
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Lo que entiendo es que esta acción rompedora tuvo tanto impacto que ha provocado una reacción en cadena que opaca el verdadero significado de la protesta, que es, representar como el verdadero excremento que es el poder judicial de la República Dominicana.
Partiendo del hecho cierto de que el poder judicial y con ello toda corruptela que encarna, no puede ser menos significativo, ejerciendo el uso de un derecho ciudadano se haya expresado el rechazo a una justicia corrupta, aunque con ello el FALPO se haya ganado la repulsa del gobierno y otros sectores que lo apoyan, que no han querido ver el fondo sino únicamente la forma de la protesta.
A su ineficiencia de décadas, con centenares de presos preventivos, atrasos culposos de juicios, inclinación a beneficiar a los que más tienen, no castigar debidamente a los magistrados corruptos y denegar justicia a los más pobres.
El poder judicial dominicano agrega su pérfida colaboración con el gobierno de turno dificultando o anulando la condena de los verdaderos corruptos de cuello blanco.
En pocas palabras, la justicia dominicana, encarnada en la suprema corte a olido mal desde hace mucho y hace muy poco para restablecer la confianza perdida desde hace tiempo.
Consecuentemente, justicia en República Dominicana equivale a excremento, y los excrementos lanzados contra el moderno edificio de la SCJ no fue mas que un acto valiente en el que se depositaron heces fecales donde corresponde.
