Por José Castellanos
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Confieso que para mi no sólo es un asunto nuevo sino algo
raro. Quiero decir fuera de esas cosas malas o buenas que suelen ocurrir.
Puedo tratar de explicarme mejor si digo que los pecados
que la Iglesia menciona contra el Sexto y Noveno mandamientos y de los cuales yo tuve noticias o experiencias ninguno anduvo cerca del abuso infantil. Y mucho menos de niños varones.
En cuanto a las niñas o adolescentes, en los ambientes donde transcurrió mi adolescencia y juventud teníamos como muy perverso al adulto que las mirara con deseos insanos.
En mi pueblo había conocidos homosexuales de los cuales nadie
conoció alguna conducta pederasta. Por supuesto, dábamos como cosa lógica que de ocurrir ese pecado o delito era cosa de homosexuales.
Y ese era el común pensar en aquel tiempo que digo.
Bueno, usted dirá que ya hace mucho tiempo que pasó no solo
mi adolescencia si no también mi juventud. Y es así.
Hoy vivimos en los días de los celulares, la cirugía bariátrica,
las redes sociales y esa bobería que “tiene tantos miles de seguidores” u “otros tantos miles de -me gusta-“.
Sí, los tiempos son otros y no todos los ahora acusados de
pederastia parecen homosexuales . Y, lo que es todavía peor,¡Dios mío! son muchos los ministros de La Palabra acusados de este pecado y delito.
Son tantos en algunas Diócesis que tal parece es el efecto de una
infección colectiva o una epidemia cualquiera.
Alguna gente jóven también podría pensar que se trata de una moda. Pero, los viejos como yo que conocemos los enemigos que tiene la sociedad democrática, la Iglesia de Cristo y la familia tradicional sospechamos que aquí puede haber también, además del pecado horrible que mencionamos el efecto de una conspiración. Una conspiración muy astuta y perversa.
Alguno de los viejos como yo seguramente se habrá enterado de más de un caso de infiltración o de intento de solapada infiltración marxista en un seminario.
No digo mas, pues ya otras veces he mencionado, aquí en LIBRE, a esos sabios alemanes, marxistas culturales que aquí llegaron en la década del 40.
Y comenzaron a contaminar ciertas universidades.
Un abrazo,
Tiberio