Con el discurso que pronunciara ante la Asamblea Nacional con motivo del 27 de febrero, el presidente Danilo Medina, en vez de rendir verdaderas cuenta al país que tuvo la desdicha de elegirlo prefirió erigirse como el nuevo mesías, presentándose como un hombre indispensable para que la nación pueda continuar.
La megalomanía trujillista de nuevo cuño exhibida por el gobernante peledeísta ha venido a confirmar que desde el poder el PLD no ha hecho más que servirse del erario y a través de él han desarrollado sus intereses personales, mientras el pueblo espera un desarrollo que solo es presentado en cifras adulteradas en ceremonias como la de este febrero, mes de la Patria.
Lejos de sincerarse ante el país, evidenciando una creciente deuda externa y un no menos preocupante déficit que aumenta como la espuma, el presidente Medina prefirió alardear de ser un hombre esforzado y sacrificado, cuando en verdad es un servidor del Estado al que se paga por hacer un trabajo que no ha hecho.
En vez de clarificar con transparencia la situación de cuerpo de delito que es Punta Catalina, y las implicaciones que ha de tener el caso Odebrecht, el presidente Medina prefirió mirar hacia otro lado, solo destacando el encendido de la plata, más no el caliente reclamo en torno a la sobrevaluación de esa planta y la necesidad de que se establezcan responsabilidades.
En su larga y aburrida pieza oratoria, el presidente Medina incluyó una retahíla de datos y consideraciones que, desmontadas una
por una, revelaría una sarta de mentiras imposible de rebatir. Como por ejemplo haber citado a la CEPAL como que ha certificado la reducción de la desigualdad social cuando hace un tiempo esa misma entidad informó todo lo contrario.
El gobernante peledeísta escogió manipular datos y convertirlos en logros de su gestión, como aquel relacionado con la creación de empleos, cuando en verdad el aumento de empleos se ha producido, de una parte, por el incremento notable de las “botellas” del gobierno y, por otro lado, la creación de empleos mayormente informales, lo que equivale a decir que esas personas carecen de seguridad social y en consecuencia estarán a la deriva con puestos de trabajo inestables y mal pagados.
Ni hablar de que el presidente evadió hablar de corrupción y la postura de su gobierno ante los escándalos que se suceden a menudos en su administración.
Aparte de las cifras manipuladas burdamente, el gobernante dedicó buena parte de su alocución a formular ofrecimientos de toda laya, mientras hacía alardes de ser un mandatario que estaba concentrado en el bienestar de la población, la misma población que en cada provincia le viene reclamando obras diversas y que realiza huelgas para presionar por sus reinvindicaciones más sentidas.
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Medina dibujó un país inverosímil, que solo es aplicable al reducido grupo de funcionarios que a través de la corruptela, el tráfico de influencia y las contratas han amasado fortunas y, naturalmente, desean que el mandatario se reelija para ellos mismos reelegirse en el ejercicio de la corrupción y el latrocinio.
El escenario del 27 de febrero fue aprovechado por el presidente Medina para afincar la idea en la población de que con tantos
ninguna obra ve sus resultados de inmediato, con lo que insinuó sin tapujos que requiere de cuatro años más para completarlas. ¿Es que no le han bastado siete años a su gobierno para solucionar problemas ingentes, sin contar con el resto de los 12 años que el PLD ha estado en el poder para un total de poco más de 18 años de ejercicio gubernativo?
Se burla el presidente Medina de la inteligencia popular cuando proclama que él está dispuesto a cualquier cosa por seguir ejerciendo el poder sin parar, mientras lo que exige la población es que se limite a cumplir con su mandato y permita que su relevo pueda ser el inicio de un nuevo amanecer para el pueblo dominicano.
Ufanándose de ser el nuevo mesías, Danilo Medina exhibe prepotencia inaudita al declararse como el único que es capaz de sacrificarse por el país en aras de labrar un mejor futuro para su gente.
Presentándose como el único hombre dotado de las cualidades indispensables para ser presidente, Medina hace honor a la peor altanería y osa definirse a sí mismo como el único que puede enrumbar al país por un camino que en siete años ha sido incapaz inclusive de trazar.
Es hora ya de que desenmascaremos las intenciones reeleccionistas del presidente Medina y orquestemos una rechazo firme y contundente a las pretensiones suyas y de sus acólitos de Palacio por eternizarse en el poder en desmedro de los mejores intereses del pueblo dominicano.
Es el momento oportuno para cerrar filas con el Partido Revolucionario Moderno (PRM) y presentar ante el país y la historia un frente de masivo repudio popular al continuismo del PLD.
En este febrero y en honor a los patricios, que fundaron una República para que fuera libre de toda potencia extranjera, pero también libre de políticos corruptos, es deber de cada dominicano plantarse firme y levantar una digna bandera de lucha. Hora ya de que cambie el rumbo del país.
