Por JOSE T. CASTELLANOS
Mucha gente, la mayoría de la gente, en países de tradición cristiana, dice creer en Dios. En cada uno de esos casos usted seguramente se preguntará, ¿Será el Dios de éste igual al mío? Digo, el Dios en que éste dice creer y el Dios en quien yo creo.
Por supuesto, Dios es uno solo, lo mismo para mansos que para cimarrones. Y así mismo envía Dios para todos su lluvia, su Sol y su brisa suave. Los ciclones también nos tocan a todos.
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Asi también, en la oración que a pedido de sus discípulos Jesús nos enseñó, pedimos el pan de cada día. Porque cada día es el tiempo que tenemos hoy. Mañana será otro día.
Y fíjese que también en esta oración, hablando con ese Dios celoso y pidiéndole favores: “y perdónanos nuestras ofensas”, le presentamos una conducta que sabemos que a EL le agrada: “asi como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Y al final pedimos “No nos dejes caer en tentación… y líbranos del mal”.
Petición que supongo lleva también su segunda parte como la anterior de “perdónanos nuestras ofensas… así como nosotros…”
Digo asi, pues si Dios nos librará de todas las tentaciones y de todo mal sin ningún esfuerzo de nuestra parte, entonces no tendríamos Libre Albedrío.
Así lo entiendo luego de conocer la sugerencia de Pablo (Carta a los Corintios) después de ver, en Atenas, los entrenamientos de los atletas de las originales Olimpíadas y observar la disciplina, que “ellos se imponian en todo.”
Pablo dice: “corred así”. Y luego aclara:” no para ganar una corona que se marchita; nosotros una que no se marchita”.
Y así podemos muy bien terminar la oración agregando:
“Porque tuyo es el El Reino, El Poder y La Gloria por siempre”.
Un abrazo, Tiberio