Por Dr Juan Durán
El suicidio del ex presidente peruano Alan García, acorralado por graves acusaciones de sobornos que habría recibido de la constructora Odebrecht pone un toque de serio dramatismo en la extensa investigación que ha rodeado esta firma brasileña y el rosario de corruptor que ha desgranado en más de un país, República Dominicana incluido.
No cabe dudas de que al decidir quitarse la vida, el dos veces presidente de Perú evadió en un momento extremis enfrentar la justicia de su país, que ya ha ordenado prisión contra otros tres presidentes y no pocos funcionarios públicos y otras personas.
Cabe recordar que ya en su primer período de gobierno, García fue objeto de no pocos señalamientos de corrupción los que logró evadir en los años 90, refugiándose en París.
Esta vez, y tras ver frustrada su pretensión de asilarse en Uruguay con un falso ropaje de perseguido político, García finalmente tuvo que enfrentar a la justicia, pero solo por breves momentos, pues prefirió pegarse un tiro en la cabeza antes que caer preso….y mal preso.
Es el colofón de una serie de sucesos que en distintos lugares donde ha operado Odebrecht y su estela de corrupción, ya ha dejado, a más de procesados, encarcelados y condenados, extraños crímenes y fugados.
Es en este momento en el que en la República Dominicana se deben poner barbas en remojo y apurarse en definir responsabilidades, toda vez que más temprano que tarde se revelarán detalles de esta operación mafiosa a escala global que no dejará piedra sobre piedra.
En el caso dominicano, llama poderosamente la atención que contrario a otros países, no se haya avanzado un ápice en materia procesal, habiéndose armado un expediente con demasiados huecos, lo que huele a componenda para castigar a opositores y beneficiar a cercanos al poder.
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El suicidio de Alan García debe llevar a profunda reflexión para entender que cuando existe un aparato judicial probo, que no mira a los lados, se producen sucesos que, si bien lamentables, es consecuencia natural de que cada quien debe afrontar los hechos como son, crudos, descarnados.
El fallecimiento del ex presidente peruano se produce apenas días antes de que un ex superintendente de Odebrecht en Perú, Jorge Barata, declare ante los tribunales, parte del compromiso que hiciera la multinacional para abrir sus cuentas ante los jueces.
¿Por qué no ha ocurrido igual en la República Dominicana? Es claro que el sistema judicial, comprometido hasta los tuétanos con el poder político, es incapaz de encaminar gestiones que puedan dejar al desnudo la corresponsabilidad del gobierno del PLD en esta maraña de corruptela que envolvió miles de millones de pesos del dinero público, enriqueció a no pocos e involucró a ministros, legisladores, empresarios y políticos.
Súmese a ello el que los fiscales del país son nombrados por la presidencia de la República, conformando un cuerpo judicial que enfocará su accionar en dependencia de lo que le ordene su jefe inmediato, un Procurador General que es a su vez un títere del Presidente.
En la instrumentación del expediente, el ministerio público cometió un grave error en no poner a los verdaderos culpables (Leonel Fernandez, Danilo Medina, Reynaldo Pared Pérez y Cristina Lizardo). Por lo que este pueblo no va aceptar que la corporación económica del PLD siga asumiendo el poder para endeudar al país mientras ellos se enriquecen usando los recursos públicos.
Es por ello que dentro de los objetivos inmediatos de cara a las próximas elecciones se hace imperiosa la necesidad de elegir un gobierno que auspicie un clima en el que los poderes del Estado sean verdaderamente independientes y que trabajen en respetuosa armonía para poder enfrentar la delincuencia y la corrupción gubernamental de una vez y por todas.
Es por eso que considero que ese gobierno lo debe encabezar Luis Abinader, por ser el político, que hoy goza de más simpatía por su capacidad y nivel académico, su honestidad y sus relaciones familiares y personales.
El pueblo dominicano junto a Luis Abinader va a defender en la justicia o en las calles, el derecho a la libertad.
