Leopoldo López es un preso político venezolano, sometido a un juicio amañado y dispar
Por Jean Maninat
Antes de ser electo presidente en cuatro ocasiones consecutivas, Hugo Rafael Chávez Frías fue un teniente coronel que tentó la suerte de un cruento y fallido golpe de estado en contra del presidente venezolano constitucionalmente electo, Carlos Andrés Pérez. Una vez rendido y desarticulado el movimiento sedicioso, cumplió dos años de cárcel, al ser sobreseída su causa por el entonces presidente de Venezuela, Rafael Caldera. Mientras cumplía su arresto, el “sistema” le permitió un régimen carcelario blando y poroso donde entraban y salían buena parte de quienes lo acompañaron, luego, en su acceso al poder por la vía electoral. Venezuela ya nunca sería la misma.
El profuso y aguerrido movimiento de los indignados tomó por asalto plazas y rincones en las principales capitales del mundo desarrollado, acamparon durante semanas en una especie de happening alternativo, hasta ser desalojados por la policía, sin balazos ni muertos. Uno de sus exponentes más mediáticos es hoy candidato a presidente del Gobierno de España. Una lección de convicción democrática —de nuevo— del aborrecido “sistema”.
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Leopoldo López es un preso político venezolano, sometido a un juicio amañado y dispar; condenado a 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de cárcel; víctima de un régimen que confiscó la división de poderes, y enfrenta su peor momento en la actualidad. El mensaje es claro para la sociedad venezolana: no estamos jugando. Su arbitraria condena se aúna a la casa por cárcel dictada al Alcalde Mayor de Caracas, Antonio Ledezma, sin juicio alguno; y a la defenestración de la diputada María Corina Machado. El movimiento que lideraron —La salida— no tuvo el consenso de toda la oposición democrática venezolana, y sus resultados están a la vista. Pero nunca llamaron a la violencia como mecanismo de cambio político en el país. Trataron de ejercer su derecho a manifestar en las calles, como sucede tantas veces en el resto del mundo. La represión desbordada del gobierno creó el drama del que hoy se acusa a López. Su libertad, y la de los otros presos y exiliados políticos es una tarea pendiente en la recuperación democrática de Venezuela.
Escrito originalmente para El Pais