Por Julio E. Diaz Sosa
Al momento de escribir estas líneas, el dólar estadounidense es la moneda de reserva mundial por excelencia. Para poder obtener ese privilegio, una moneda necesita cumplir al pie de la letra con los siguientes factores:
a) La cantidad de deuda no interna denominada en su moneda;
b) El valor y el volumen de las obligaciones contractuales transfronterizas que designan su moneda como medio de intercambio;
c) El monto de las reservas de divisas en cuestión;
d) Y la conveniencia internacional de su moneda como una reserva de valor.
El dólar estadounidense cumple a cabalidad con los requisitos anteriormente descritos. Sin embargo, el dólar estadounidense no ha sido la primera moneda en la historia de la humanidad en jugar el rol de ser la moneda de reserva mundial. El Denario romano se usó durante todas las etapas de este imperio, durante la Edad Media, el Ducato veneciano y el Florín florentino ganaron credibilidad.
El predecesor del dólar estadounidense como moneda de reserva mundial fue la libra esterlina, que logró afianzarse en ese lugar como resultado de la caída del dominio francés después de las Guerras napoleónicas. De ese modo, el comercio británico floreció, y con ello, las finanzas de las necesidades de los comerciantes.
Irrumpieron en la escena financiera las casas de descuento de Lombard Street, los corredores de seguro de la cafetería de Lloyd e incluso los corredores de bolsa de Change Alley, que respondieron rápidamente creando los instrumentos financieros necesarios para que la libra esterlina emergiera como la moneda principal del comercio y las finanzas internacionales. Notarán que el comercio siguió con las finanzas, ya que así es como inició la relación, con el comercio como dueño y las finanzas de servidor.
El paso de la batuta de la libra esterlina al dólar estadounidense como moneda de reserva mundial, fue el resultado de dos Guerras mundiales desastrosas y costosas, y la posterior desaparición del Imperio británico y su influencia. Como parte del acuerdo de Bretton Woods, bajo el estándar de intercambio de oro, el dólar estadounidense se convirtió en el instrumento de conversión mientras estaba vinculado al oro, que el precio de conversión era de 35 dólares la onza. Sin embargo, a partir de la década de los 60, las grietas empezaron a brotar.
El economista belga Robert Triffin definió por primera vez estos conflictos económicos entre objetivos internacionales a corto plazo, y nacionales a largo plazo, para el país que ostentaba el manejo de la moneda de reserva mundial. En el año 1971, el dilema de Triffin como se le conoce a esta teoría económica, por el colapso del acuerdo de Bretton Woods y la ruptura del patrón oro.
En esta etapa, el petróleo, culpable teóricamente del colapso, ya no se cotizaba en libras esterlinas sino en dólares estadounidenses. El oro había salido de la ecuación, pero el vasto comercio de petróleo permitió que el dólar estadounidense mantuviera su posición a través de su gran volumen de transacciones.
Una mezcla de inercia (lo que los economistas denominamos una externalidad de red), el poder militar y el valor relativo (cuando se comparan con regímenes más inflados) hicieron que el dólar estadounidense siguiera siendo el rey supremo. En un ensayo publicado para el centro de pensamiento Brookings en 2016, titulado El Papel internacional del dólar: ¿Un privilegio exorbitante?, el expresidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Ben Bernanke, destacó los siguientes factores que según él han permitido al dólar estadounidense mantener su posición:
a) Estabilidad en su valor. Desde mediados de la década de los 80, la Reserva Federal ha realizado un buen trabajo manteniendo la inflación baja y estable.
b) Liquidez. Los mercados financieros de los Estados Unidos, especialmente el mercado del Tesoro, son los más profundos y líquidos del mundo.
c) La seguridad. A pesar de los chanchullos del Congreso que rodean el límite de la deuda, existe una gran cantidad de activos en dólares considerados muy seguros, incluidos los valores del Tesoro.
d) Prestamista de último recurso. La Reserva Federal sirvió como proveedor de servicios de respaldo durante la última crisis financiera al instituir canjes de divisas con 14 bancos centrales, incluidos cuatro de mercados emergentes.
Si bien es cierto, que se han realizado muchos años de investigación en un intento de calcular el valor de ser la moneda de reserva mundial, a nuestro entender la mejor descripción la ha hecho el economista estadounidense Barry Eichengreen: “Cuesta sólo unos pocos centavos para la Oficina de Grabado e Impresión para producir un billete de 100 dólares, pero otros países tuvieron que juntar 100 dólares en bienes reales para poder obtener uno.”
De acuerdo con un informe del Banco Central Europeo (BCE) de junio de 2018 muestra al dólar estadounidense con una posición de solidez firme como moneda de reserva mundial. Por ejemplo, el 62.2% de la deuda internacional está denominada en dólares estadounidenses, mientras que sólo un 23.4% está denominada en euro y un 2.4% en yen. El 56.3% de los préstamos internacionales están denominados en dólares estadounidenses, un 23.2% en euro y un 3.2% en yen.
El 43.8% de las transacciones de cambio de moneda extranjera ocurre en dólares estadounidenses, un 15.7% en euro, un 10.8% en yen, y tan sólo un 2% en yuan. El dólar estadounidense se utiliza como moneda de pago global en el 39.9% de los casos, seguido del euro con un 35.7%, el yen en un 3% y el yuan en un 1.6%. El 62.7% de las reservas de divisas mundiales están denominadas en dólares estadounidenses, el 20.1% en euro, un 4.9% en yen y tan sólo un 1.2% en yuan.
Como podemos ver a simple vista, el dólar estadounidense mantiene prácticamente intacto su estatus de moneda de reserva mundial. Al menos que ocurra una Guerra devastadora, cualquier desafío al estado de moneda reserva, que es probable que ocurra de forma gradual. Sin embargo, existen factores exógenos que podrían combinarse para acelerar su eventual caída.
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2) El uso de una unidad de cuenta internacional, como el derecho especial de giro (DEG). John Maynard Keynes apodó al oro como “reliquia bárbara” y propuso que el Bancor lo sustituya. El Bancor fue diseñado para ajustar los desequilibrios entre los países acreedores y deudores. Los exportadores agregarían Bancors a su cuenta del International Clearing Bank (ICB), los importadores los restarían. Habría límites. Una vez alcanzados estos límites, los deudores podrían depreciar sus monedas.
Para los deudores crónicos, la depreciación de la moneda sería obligatoria, los crecientes pagos de intereses al Fondo de Reserva de la ICB obligarían a su mano, también se verían obligados a vender oro. Los acreedores crónicos se verían obligados a apreciar y pagar intereses sobre el exceso de créditos.
En 2009, Zhou Xiaochuan, el entonces gobernador del Banco Popular de China, pronunció un discurso en el que declaró que el enfoque de Keynes sobre el Bancor había sido “previsor”. Propuso la adopción de los DEG del Fondo Monetario Internacional como moneda de reserva global.
Más tarde ese año, en la cumbre del G8, el presidente ruso, Dimitri Medvedev, otorgó una nueva moneda internacional a cada delegado con las palabras “unidad en la diversidad”. En septiembre de 2016, finalmente se incluyó el yuan chino en la canasta de DEG del FMI.
La era de las monedas digitales o criptomonedas, como por ejemplo Bitcoin, que no fue la primera, pero sigue siendo el desafío de criptografía más importante para el orden monetario internacional establecido. Respaldado por la tecnología de libro mayor distribuido (DLT) y con una circulación finita, cumple con muchos de los requisitos teóricos de una moneda. Los bancos centrales han observado de cerca y están desarrollando sus propias monedas digitales. La necesidad de la “moneda verde”, junto con otros billetes de banco, se ve socavada por esta tendencia.
Los Contratos inteligentes son otros aspectos del DLT, que es la capacidad de diseñar contratos que reducen la necesidad de confianza entre las contrapartes. El comercio, que necesitaba el dólar estadounidense como medio de intercambio y almacenamiento de valor, ahora se puede negociar sin necesidad de una moneda de reserva.
El crecimiento del comercio bilateral en otras monedas amenaza la supremacía del dólar como moneda de reserva mundial. El yuan chino ha estado estrechamente vinculado al dólar estadounidense durante varios años. Esto ha permitido que los productos chinos se vendan a precios relativamente estables. El alza del euro ha inclinado el balance del dólar estadounidense.
China, Rusia, India y Brasil han dejado claro que preferirían realizar transacciones comerciales e inversiones mutuas en sus propias monedas. China ha introducido un contrato de futuros de petróleo denominado en yuanes que ha capturado el 7% del volumen global. Desde 2014, el acceso internacional a las acciones negociadas a través de la conexión entre Hong Kong y Shanghái ha abierto el mercado chino a capital extranjero adicional.
La bolsa de valores de Shenzhen siguió en 2016. Incluso las naciones desarrolladas, incluidos el Reino Unido, Francia y Alemania, han sido estimuladas (en particular, por la imposición de sanciones de Estados Unidos contra Irán, que no apoyaron) para afinar su proceso de no utilizar el dólar estadounidense como medio de pago.
El declive del dólar estadounidense como moneda de reserva mundial aún tiene un largo camino por recorrer. Antes de su lanzamiento en 1999, las monedas que ahora comprenden el euro representaban alrededor del 18% de las reservas globales. Esas reservas aumentaron marginalmente hasta 2003. Las reservas combinadas de euros de hoy son un poco más del 20%.
De acuerdo con datos ofrecidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI), entre 1965 y 2018, el punto mas bajo que tuvo el dólar estadounidense como moneda de reserva mundial fue de 46% en 1991, esto fue una respuesta al colapso original del acuerdo de Breton Woods, y curiosamente el rebote comenzó con el estallido de la Guerra del Golfo pérsico. Vale la pena destacar, que el dólar estadounidense logró mantener la moneda de reserva mundial, incluso con sólo el 46% de las reservas globales. Esto sugiere que, mientras los Estados Unidos sigan participando activamente en el comercio internacional, su posición dominante está asegurada.
El mayor riesgo para el dólar estadounidense puede, de hecho, provenir de dentro. La imposición de aranceles y sanciones crea una oportunidad para que otros países se involucren en el comercio bilateral. La decisión de retirarse de las iniciativas de libre comercio, como el TPP y el T-TIP, debilita no sólo las perspectivas para el comercio de los Estados Unidos, sino también la posición preeminente del dólar estadounidense.
En su libro publicado en 1994: Cuando China gobernó los mares, Louise Levathes relata los viajes de la flota más grande de barcos de tesoros que se hayan visto en ese momento entre 1405 y 1433. Después de la muerte del Emperador Yongle en 1424, China se aisló del resto del mundo, impulsada por disturbios civiles debido a una serie de malas cosechas. La decisión xenófoba de China, que el resto del mundo no tenía nada que ofrecer, creó una oportunidad para Venecia. El Renacimiento italiano y el curso del nuevo orden mundial se pueden trazar desde este punto.
Los mercados aborrecen un vacío. Si los Estados Unidos le dan la espalda al mundo, el mundo encontrará la manera de llenar el vacío. El privilegio exorbitante de ser la moneda de reserva tiene beneficios innegables, pero, como decía el economista francés Frederic Bastiat, eso es lo que se ve, lo que no se ve es la condición para mantenerlo: la participación en el libre comercio con el resto del mundo es la garantía de esa supremacía.
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Julio E. Diaz Sosa
Bachelor of Science in Economics and Finance
Rochester Institute of Technology ’11
Master of Science in Applied Economics
Johns Hopkins University ’15