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La última vez que los demócratas celebraron elecciones primarias para tratar de destronar a los republicanos de la Casa Blanca, en 2008, se presentaron siete hombres -uno de ellos, afroamericano- y una mujer. El matrimonio entre personas del mismo sexo era ilegal en la mayor parte de Estados Unidos y pocas voces del Partido lo defendían sin ambages, la palabra socialista remitía irremediablemente a la URSS y las vallas construidas por George Bush hijo en la frontera con México habían contado con el respaldo de casi un centenar de congresistas del Partido.
Hoy, entre los 24 aspirantes que buscan derrotar a Donald Trump, figuran seis mujeres -una de ellas, Kamala Harris, de padre jamaicano y madre india-, un alcalde de Indiana llamado Pete Buttigieg casado con otro hombre, un hispano de Texas (Julian Castro), un afroamericano de Nueva Jersey (Cory Booker) y un declarado socialista de Vermont (Bernie Sanders). Ha habido un cambio profundo en el Partido Demócrata. Las discusiones giran ahora en torno a quien defiende la sanidad gratuita universal y quién una mejora de la reforma sanitaria de Obama, hablar de muros es mentar la bicha y el blindaje del derecho al aborto se ha colocado en el centro de la política como respuesta a la ola conservadora en muchos Estados.
Si el panorama ha cambiado así en el lapso de tan solo 12 años, ¿cómo resistirá el envite quien lleva casi medio siglo haciendo política? Joe Biden, el vicepresidente de Obama, es el principal destinatario de la pregunta, pese a seguir como favorito en los sondeos. A los 76 años, lleva una hemeroteca a la espalda que no envejece del todo bien: su gestión del caso Anita Hill sobre el acoso, su buena relación con políticos segregacionistas o sus posturas en política penitenciaria. Sin embargo, el segundo del ranking pero mayor en edad, Sanders, de 77, siempre fue socialista, antes de que fuera algo mainstream. Se lleva con el más joven de los precandidatos, Buttigieg, a quien se considera centrista en lo económico.
Todo este rosario de precandidatos se verá las caras esta semana en Miami en el primer gran debate demócrata de cara a la elección del candidato con el que el Partido Demócrata tratará de derrotar a Donald Trump y recuperarse del trauma de la inesperada derrota de Hillary Clinton en 2016. Son tantos aspirantes que el Comité Nacional ha aplicado una criba para dejar fuera a los cuatro menos relevantes y dividido la pugna en dos sesiones, las de este miércoles, donde se batirán 10, y la del jueves, cuando lo harán la otra decena restante.
El personaje clave de la primera noche será Elizabeth Warren, senadora por Massachusetts y uno de los grandes referentes del ala izquierdista del Partido Demócrata. Una jurista de Harvard que se hizo famosa en la Gran recesión por sus incisivos interrogatorios a los banqueros. Se ha colocado tercera en los sondeos con una campaña basada en planes concretos, el plan popular, el diseñado para que los ultrarricos paguen más impuestos. Este miércoles coincide con Castro; el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, el congresista Booker; y el texano Beto O’Rouke, que comenzó con un gran tirón mediático después de su campaña en las legislativas (aunque perdió en la carrera al Senado), pero ha ido quedando eclipsado por el empuje de otros. También es el turno de la congresista Tulsi Gabbard, de Hawái; la senadora de Minnesota Amy Klobuchar; el congresista de Ohio Tim Ryan y el gobernador del Estado de Washington, Jay Inslee.
La segunda noche, el jueves, apunta a duelo entre Biden y Sanders, los líderes en los sondeos, representante el primero del legado de Obama, con un perfil más centrista, y máximo exponente del giro izquierdista el segundo. En este debate, no obstante, también se verán las caras con otros de los rostros con más empuje en los sondeos, la senadora y exfiscal de California Kamala Harris, y el joven alcalde de South Bend (Indiana), Buttigieg, el precandidato revelación, un exmilitar con una capacidad de oratoria fabulosa.
La reforma de la sanidad o lo más o menos progresista del programa económico serán los principales puntos de debate entre ellos, así como su postura respecto a la conveniencia o no de impulsar un proceso de impeachment (o destitución) contra Donald Trump a raíz del informe del fiscal Robert S. Mueller sobre la trama rusa. El presidente puede ser el último contrincante de la noche, Twitter en mano, si le da por seguir el debate en televisión.