Por Guillermo Moreno
La modificación de la Constitución para posibilitar una segunda reelección del presidente Danilo Medina, se haría, nueva vez, violentando el principio consagrado en la propia Constitución de que nadie puede legislar para su propio beneficio. A esto se agrega su carácter espurio, toda vez que la facción de Danilo Medina no cuenta con los legisladores necesarios y requiere comprar más de 30 congresistas para completar una mayoría que le allane sus propósitos continuistas.
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Se trata pues de una modificación a todas luces ilegal e ilegítima que tenemos que rechazar y oponernos por todos los medios. Es fácil deducir que de producirse, el país se deslizará por una crisis política, se profundizará aún más el descrédito de la ya deteriorada institucionalidad democrática y, en un tiempo no muy lejano, podríamos estar, abonado por los adversos factores presentes en la economía, en una crisis de gobernabilidad.
Hay pues razones suficientes para que la verdadera oposición política del país rechace con determinación y de forma frontal el proyecto reeleccionista de Danilo Medina.
Pero resulta que Leonel Fernández y su facción política se oponen también a la reelección de Danilo Medina. Su propósito es desplazar a Danilo Medina del Poder Ejecutivo, para que todo siga igual, esto es, darle continuidad a la permanencia del peledé en el poder.
Leonel Fernández está haciendo una cuantiosa inversión para movilizar sectores y presentarse como el nuevo guardián de la Constitución. La nación conoce muy bien su actuación como jefe de Estado y la forma reiterada como pisoteó la Constitución. Es decir, se trata de una farsa y un calculado acto de simulación política. Aún está muy cerca en el tiempo y en la memoria el caso Sun Land. Ese mismo Leonel Fernández, junto a Félix Bautista, comprometió al Estado Dominicano con una deuda de US$130 millones con la empresa Sun Land, para lo cual, con el aval del Estado, se firmaron 19 pagarés, bajo modalidad de notas promisorias, sin tener la aprobación del Congreso, en violación flagrante de la Constitución que así lo requiere.
Por demás está decir que ese ha sido uno de los mayores robos de nuestra historia republicana. Parte de ese dinero fue utilizado tanto en la campaña de 2006, para garantizarse el control del Congreso, como también para imponer, precisamente, la reelección de Leonel Fernández en el 2008. Es sabido que si en ese entonces Leonel Fernández no fue destituido por un juicio político y sometido a la justicia se debió a que ejerció presión política sobre la SCJ y porque una mayoría de los jueces que la integraban le brindaron impunidad.
Derrotar la reelección de Danilo sin posibilitar la habilitación de Leonel Fernández es el punto de inflexión de la oposición política del país.
Esto significa que el rechazo y acciones al proyecto reeleccionista de Danilo Medina y su facción tiene que hacerse sin desvincularlo de la oposición al continuismo del peledé.
Hay que insistir ante la población que en el peledé no hay una facción buena y otra mala sino que ambas son igualmente corruptas e incapaces de enfrentar y darle solución a los graves problemas que en sus casi 20 años de gobierno han generado o profundizado. Que ninguna de sus facciones es solución, sino todo lo contrario, que el continuismo del peledé, en cualquiera de sus facciones, es parte del problema que tenemos que resolver los dominicanos.
Es imprescindible que el discurso político de la oposición exprese con claridad que entre las facciones de Danilo Medina y de Leonel Fernández no hay diferencias de ideas ni representan proyectos políticos distintos y que a ellos poco les importa la democracia o la institucionalidad, sino que ambas están unificadas en un mismo propósito: el control del Estado para aprovechar sus negocios, construcciones, préstamos, presupuesto para la acumulación económica y el enriquecimiento ilícito.
Tenemos la obligación de convertir en banderas políticas ante la población que la continuidad del peledé significa más inseguridad pública, auge de la criminalidad, de la violencia, del narcotráfico, del microtráfico, del sicariato.
El peledé en el gobierno significa justicia secuestrada, ministerio público sin independencia, destrucción del medio ambiente, abandono de la producción nacional, desorden migratorio, desempleo, salarios de hambre, comida cara, apagones.
En fin, los gobiernos del peledé encarnan un modelo que combina crecimiento económico con concentración de la riqueza y reproducción de la pobreza y el fomento del endeudamiento irresponsable, garantizándoles a la casta gobernante y sus aliados corrupción e impunidad.
Hay que trazar pues, una clara línea divisoria entre la oposición oportunista y la verdadera oposición. La primera solo se opone al proyecto reeleccionista de Danilo Medina, pero es aliada a la facción de Leonel Fernández o le hace el juego. La segunda se opone a la modificación de la Constitución para la reelección de Danilo Medina con la lucha decidida contra el continuismo del peledé en el gobierno.
La verdadera oposición tiene pues por divisa: no más reelección de Danilo ni de Leonel. Hay que sacar al peledé del poder.