Por Adriano Miguel Tejada
Dos lecturas tiene el desarrollo del sistema político dominicano luego de la decapitación de la tiranía trujillista: el inmovilismo de las élites y el control político de las instituciones que ha impedido su desarrollo orgánico.
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El inmovilismo de las élites se manifiesta en hechos tan claros como el que veinte años después de las elecciones del año 2000, los candidatos y actores principales de aquel momento histórico (Leonel, Danilo e Hipólito), siguen teniendo vigencia, y ni hablar de toda una corte de actores secundarios que sería prolijo enumerar.
Pareto entendía la dinámica social como una lucha entre élites para controlar el poder. En nuestro caso, las élites económicas rentistas se han movido al compás del triunfador político: 20 años con Balaguer; ocho años con el PRD y 20 con el PLD, pero fueron perdiendo influencia en la medida en que la corrupción fue creando nuevos ricos, una “corporación política y económica”. Michels advirtió de las resistencias de las oligarquías interiores y cómo éstas se resisten a ceder cuotas de influencia. “Prefieren que su organización se hunda antes que abandonar el poder. Arrastran a sus siglas hacia la decadencia y sólo la derrota propiciaría las condiciones para que otro grupo pueda reemplazarlas”. Continuará.