Por Raúl Mejía Santos
El repertorio coloquial del dominicano no lo iguala ningún pueblo hermano de la América. Nuestras expresiones salpican el hablar cotidiano, convirtiendo la jerga criolla en una manifestación florida de nuestra identidad cultural a todo nivel social.
Apelar a esa visión populacha del dominicana llevó al presidente Danilo Medina a bautizar al candidato del partido oficialista con el mote del Penco en plena campaña electoral. Así se ha quedado, Gonzalo Castillo es el Penco de la política en República Dominicana.
Un Penco es un holgazán, debilucho, persona sin ánimo, iniciativa, o proyección. Un elemento quijotesco cualquiera, sin pedigrí ni célebre trayectoria, el candidato del PLD hizo su aparición en la palestra de forma repentina de la mano del danilismo. Agraciado por un decreto designándolo como Ministro de Obras Públicas, sin méritos ni gloria, Gonzalo Castillo se convirtió en el heredero político del actual mandatario.
El problema del Penco es que no arranca, le falta aire, se atreven a decir que honra el apodo con el cual fue bautizado. Las encuestas que más valoran por su imparcialidad, aquellas que usan metodología científica sin abanderarse con parcela política alguna, fijan su preferencia muy por debajo de sus adversarios en la contienda presidencial. La carrera hacia el Palacio Nacional se le hace difícil.
La lógica da a entender que la desigualdad social, la inseguridad que impera en las calles, la corrupción e impunidad propias de los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana, más su incapacidad para conectar su discurso, entre otros factores, contribuyen a los bajos índices de preferencia electoral del candidato oficialista.
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Y llego el Covid-19. La crisis salubrista provocada por la pandemia que originó en China a finales de noviembre de 2019, ha desarticulado al gobierno dominicano. Su predecible incapacidad para contener la propagación de la temida afección respiratoria ha provocado malestar entre todos los sectores sociales de República Dominicana.
Ejemplo de ello fue militarizar la ciudad de San Francisco de Macorís, en vez de concentrar los recursos del sistema de salud pública regional en donde más impacto ha tenido el virus en todo el territorio nacional. Muchos entendieron el mensaje: quédense adentro francomacorisanos, deben defenderse como puedan.
Hospitales inservibles, muchos recién inaugurados, la falta de medicamentos, poca higiene en los centro de salud y una clase médica desvalida de equipos adecuados al momento de realizar sus heroicas labores contra el virus ha sido el legado del gobierno y el candidato oficialista. El progreso que tanto pregona el PLD no llega a los hospitales cabeceras de las provincias del país.
Danilo abdicó, pretende que su apadrinado lo salvará la crisis. Se equivoca, su cálculo electoral falla y por más maroma, o pirueta, el Penco está perdido. La gente no se traga la fábula de sangre nueva y sigue apostando al cambio.
Los visuales del candidato oficialista haciendo campaña con recursos del estado, en plena pandemia, mientras a la oposición política mezquinamente se le impide contribuir en los esfuerzos para frenar el contagio mortífero de la enfermedad, no serán suficiente para superar la ventaja que le lleva Luis Abinader, el candidato puntero del próximo proceso electoral.
Ni la crisis compone al Penco.
