Por Raúl Mejía Santos
El Presidente Danilo Medina saldrá del poder próximamente, al cabo de dos periodos consecutivos dirigiendo el destino del pueblo dominicano.
Tendrá que salir sin obra célebre ni legado que pueda exhibir. Su gestión la han matizado la división del partido de gobierno y los casos de corrupción más escandalosos en la conciencia colectiva del pueblo dominicano.
A pesar de múltiples intentos para modificar la constitución y perpetuarse en el poder, Danilo Medina se va.
Su heredero político, Gonzalo Castillo, no convence como candidato del partido oficialista y se acoge a un proceso electoral que no favorece sus aspiraciones. El desgaste del PLD le perjudica y se mantiene distante en la preferencia del electorado.
El manejo de su candidatura ha sido torpe y la poca fluidez de su discurso lo convierte en un personaje vulnerable en un escenario político nacional riguroso, e implacable. Los infinitos recursos peledeistas de mal habida procedencia, no serán suficientes para alentar al candidato danilista y su natimuerto proyecto presidencial.
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Alcanzar a Luis Abinader es una tarea casi imposible. La “Ruta Solidaria”, programa diseñado por nuestro candidato y su equipo de trabajo, entre ellos el valioso Leonardo Faña, mitigan las múltiples necesidades alimentarias y salubristas de los dominicanos ante la incesante pandemia que nos aqueja.
El presidente saliente delega funciones públicas a una empresa privada llamada Helidosa, mientras el país se hunde en la crisis. Este hecho muestra la desenfrenada desesperación del oficialismo por recuperarse antes de los comicios. Tanto así, que reclutan bocinas pagadas con fondos públicos para resaltar viajes a China en aviones privados con poca capacidad de carga, buscando unas cuantas cajitas con insumos médicos.
El gobierno fabrica una falsa apariencia altruista con fines de manipular la opinión pública y salvar los inmundos mercaderes que habitan el Palacio Nacional. Ese fracaso los convierte en una fuerza política diezmada con poca simpatía electoral, e incapaz de enfrentar con éxito a Luis Abinader quien asume un discurso de cambio y pulcritud en el ejercicio de la función pública.
Danilo Medina no habla, no escucha, no ve, ni aparece en los medios y prefiere, con fondos públicos, dar rienda suelta a su alicaído discípulo. El letal Coronavirus revela la ineficiencia del actual presidente en la postrimería de su mandato y las hazañas teatrales con el candidato oficialista tendrán poco resultado.
Los índices de contagio por la pandemia incrementan y los controles sociales impuestos por decreto son violentados antojadizamente por las mismas autoridades. Darle un manejo político a la crisis aparenta ser la estrategia. El caso de Puerto Plata y la procesión del Peregrino, quien es miembro activo del PLD, fue el mejor ejemplo. Haber sido custodiado por elementos de la Policía Nacional y el Sistema 911 durante todo su trayecto lo evidencia.
Súmense los escandalosos casos de corrupción que han plagado al gobierno, entre ellos Odebrecht, Obras Públicas, La OMSA, e INAIPI, es una indiscutible realidad que ubican al gobernante entre los más perversos en la historia moderna de República Dominicana. El artífice de los triunfos electorales del PLD en veinte años está acorralado. ¡Se Va!
