La investigadora social Lety Melgen afirmó que las recientes elecciones acabaron con el reinado del Partido de la Liberación Dominicana que, desde su óptica, configuró un sistema con características mafiosas, que profundizó un régimen atravesado por la corrupción.
Según explica, esta maquinaria electoral gobernó 20 de los últimos 24 años (1996-2000, 2004-2020), desde que el Pacto por la Democracia en 1994, acuerdo que cerró las posibilidades de reelección del dictador Joaquín Balaguer, colaborador y heredero de la dictadura trujillista.
La especialista, del Instituto de Investigación Social para el Desarrollo y profesora universitaria, indica que la vocación autoritaria con la que actuó el PLD en el sistema político en los últimos 16 años rebotó como bumerán en el interior del partido.
Señala que los aprestos reeleccionistas de Danilo Medina, presidente saliente, provocaron la ruptura del partido y con ello un cierre de ciclo en el que desaparecen los liderazgos sucesores de los tres grandes caudillos del post-truijillismo: Joaquín Balaguer, José Francisco Peña Gómez y Juan Bosch.
Las aspiraciones del mandatario enfrentaron los mismos propósitos de gobernar de Leonel Fernández, quien contribuyó a doblegar las intenciones de Medina de reformar otra vez la Constitución para habilitar su candidatura.
La pugna concluyó con la salida de Fernández del partido, quien se vio obligado a presentarse en la fórmula de otra plataforma política (Fuerza del Pueblo), y con la imposición por parte de Medina de Gonzalo Castillo, exministro de Obras Públicas e integrante de su círculo cercano, como candidato presidencial por el PLD.
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El PLD sale del poder involucrados en importantes denuncias de corrupción, en especial las relacionadas con la red de sobornos de la constructora Odebrecht. El vínculo fue tal que en República Dominicana se estableció un punto nodal de operación de esta red de corrupción, y cuando fue apresado en Brasil, el consultor João Santana trabajaba en la coordinación de la campaña reeleccionista de Medina de 2016.
Desde su punto de vista, en las dos décadas de gobierno, el PLD tecnificó y modernizó un arquetipo de Estado sedimentado durante la dictadura balaguerista. Su apuesta como proyecto modernizador y de progreso configuró un tipo de hegemonía autoritaria sobre la democracia y la ciudadanía, y un rol pasivo del Estado garante de los derechos sociales y económicos.
La promesa de progreso en los últimos 20 años, sustentó en la idea de que para elevar la cultura democrática se requerían importantes reformas institucionales que permitiesen mejorar la calidad de la representación y establecer mecanismos de participación ciudadana que organizaran e institucionalizaran el descontento y los conflictos sociales.
En concreto, ese proyecto de modernización incluía procesos de tecnificación y profesionalización de la función pública, que prometía disminuir los niveles de corrupción y gestionar de forma más eficiente los asuntos públicos.
Explica que el relato peledeísta planteó sacar el país del atraso social y económico, para lo cual propició un rentable sistema financiero y políticas de incentivos económicos que abrieran los mercados y motivaran la inversión privada y extranjera para generar empleos y de esta forma elevar la capacidad de consumo de las familias dominicanas.
El alto crecimiento económico, sostenido por una intensa y coordinada política monetaria y fiscal, generaría por efecto derrame el aumento del bienestar social y económico de la población. El resultado es que no ha sido logrado aumentar la calidad democrática ni el progreso social. El país mantuvo un crecimiento promedio de 5,3% del PIB entre 1993 y 2018; sin embargo, es claro que no ha aprovechado el aumento del ingreso bruto per cápita para avanzar en temas de salud y educación.