Por Nelson Encarnación
Gobernar ha sido en todos los tiempos una de las tareas más complejas a las que han tenido que enfrentarse los hombres y las mujeres que han tenido el privilegio de ser escogidos por sus pueblos para que los dirijan.
Aunque algunos han visto en su elección una oportunidad para hacerse de cosas materiales traicionando la confianza de sus electores, la mayoría la han entendido como la ocasión propicia para trascender por encima de las pequeñeces y las vanidades.
Si conducir un país ha sido difícil en momentos de abundancia y de situaciones normales, hay que suponer lo intrincado que les resulta a los gobernantes conducir a las naciones agobiadas por la crisis, más aún cuando se trata de países que no disponen de recursos para hacer frente a todas las necesidades de sus poblaciones.
En medio de la pandemia de coronavirus que ha puesto de rodillas a las grandes potencias, naciones que disponen de recursos en abundancia para ponerle el frente a las emergencias, para nosotros ha significado un trance catastrófico.
En su discurso del 27 de febrero pasado ante las Cámaras Legislativas, el presidente Luis Abinader pintó un panorama lleno de optimismo que algunos consideraron demasiado promisorio para el momento que estamos viviendo.
Sin embargo, aunque el momento no es como para pintar el paraíso terrenal, habría que suponer cuál sería el destino inmediato de la República Dominicana si el comandante en jefe—denominación frente en los Estados Unidos para aludir a su presidente—le dibujara a los gobernados un paisaje tétrico lleno de incertidumbres y de malos augurios.
El presidente de la República tiene que ser, siempre y en todo momento, el primer optimista sobre el futuro del país, pues de lo contrario la derrota estaría garantizada de antemano.
Por ello siempre he sido contrario a que la banalidad ocupe el espacio del análisis sobre los discursos presidenciales, en todas las épocas.
Esto ha sucedido, de alguna manera, cuando hemos visto que aspectos de vital trascendencia tocados por el jefe del Estado, como las reales acciones para enfrentar la pandemia de COVID-19, en cierta forma han sido relegados o invisibilizados.
Sobre este aspecto tan relevante, nos preguntamos qué habría sido de los dominicanos si su Gobierno se hubiese comportado con el mismo talante observado por la pasada gestión encabezada por Danilo Medina.
No cabría duda de que estaríamos atravesando por una situación de consecuencias verdaderamente imponderables para todos los dominicanos.
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