Luego de más de tres horas, los dos presidentes concluyeron su primer encuentro en Ginebra, Suiza, en el que trataron la compleja, y en algunos puntos estancada, agenda bilateral.
Tanto el presidente Joe Biden como el ruso Vladimir Putin ofrecieron una evaluación positiva de la primera cumbre que sostuvieron en Ginebra, Suiza, pese a que del encuentro no salieron grandes acuerdos que permitan avizorar una rápida mejora a las relaciones bilaterales.
El encuentro duró mucho menos de lo que fuentes de la Casa Blanca habían anticipado que tomara y al cabo de poco más de tres horas ambos presidentes dieron por terminada la conversación, que se realizó en una lujosa mansión emplazada en un parque del centro de la ciudad suiza.
Al final, por separado, cada presidente ofreció una rueda de prensa. La de Putin tomó casi una hora y en ella replicó a casi todas las preguntas que se le hicieron destacando problemas similares que ocurrirían en EEUU, como comparar la represión a la oposición rusa con lo que pasó con el asalto al Capitolio en Washington DC.
Biden habló menos, una media hora, pero al final su encuentro con la prensa terminó caóticamente, cuando él siguió respondiendo preguntas una vez que se había bajado del podio y hasta se molest´´o con una periodista de CNN que le preguntó sobre su confianza hacia Putin. Antes de abordar el Air Force One Biden se disculpó por haber tenido esa salida.
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Aunque la agenda era amplia, el único punto de acuerdo concreto que quedó es el regreso de los embajadores a las respectivas capitales, aunque no se ofreció una fecha concreta, y la decisión de mantener un “diálogo estratégico” para el control de armas nucleares.
Una cita bilateral entre los viejos enemigos de la Guerra Fría siempre conlleva su dosis de tensión, pero cuando sus dirigentes se conocen desde hace tanto tiempo y se han llegado a acusar de ser asesinos y no tener alma —Biden a Putin—, la incertidumbre alcanza otra categoría. La relación entre ambos países atraviesa, además, su peor momento desde la caída de la URSS, en medio de una escalada de sanciones y expulsiones de diplomáticos a raíz de las interferencias electorales del Kremlin, los ciberataques y la represión a los opositores en Rusia, con el arresto de Alexéi Navalni como símbolo. La breve declaración institucional acordada entre ambos países tiene todas esas reminiscencias de la época del telón de acero: “Incluso en tiempos de tensión, se puede avanzar en los objetivos compartidos de asegurar la estabilidad en un contexto estratégico, reduciendo el riesgo de conflictos armados y la amenaza de guerra nuclear”, remarca el texto, difundido por el Kremlin.