Por: Antonio Reynoso Reynoso (Toño).
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Tengo más de 40 años dándole seguimiento MUY DE CERCA al pueblo de Haití y a las relaciones con el pueblo dominicano, con nuestros gobiernos y otros gobiernos del mundo.
Cuando ejercí el sacerdocio fui a Haití a estudiar su lengua, a leer en vivo su cultura, a celebrar la eucaristía con el pueblo de Dios, a reunirme con sus obispos, sacerdotes, religiosos/as y fieles en general.
A parte de que lo he visitado en múltiples ocasiones, estuve casi 2 meses de relación intensa y fraterna con ese pueblo y con sus líderes.
Cuando fui candidato presidencial y en mi ejercicio como político, me reuní con Jean Beltrand Aristide y vimos puntos de coincidencias. El exilio político de El y mi exilio económico por otro lado, nos alejó un poco hasta que hacen pocos días, a través de un amigo común, logré saber de El y de su familia.
En mis funciones en la Secretaría de Relaciones Internacionales en el PRD ( hoy estoy en el PRM después de una gran división de aquel) fui enlace político entre Haití y República Dominicana. Esto me acercò mucho más a la realidad del pueblo haitiano.
Recientemente, en mis largos años de exilio económico tuve relaciones ininterrumpidas con la colonia haitiana radicada en los Estados Unidos. De tal manera que fui encargado por una empresa de entrenar los nuevos empleados de habla francesa. Esos empleados/as eran 100% de origen haitiano.
En mis 13 años de ejercicio sacerdotal fui amenazado hasta de muerte por denunciar atropellos, robos y contrabandos utilizando a indefensos haitianos como mulas y como testaferros. Ahí habían haitianos perversos, traidores y ladrones, como dominicanos con las mismas cualidades y condiciones. En esas tramas habían políticos y empresarios involucrados. Hoy hemos estado montados en el mismo caballo.
Esa es la historia reciente. Vivida por mí presencialmente.
Pero las hazañas, antes y después, de presidentes como Trujillo, Duvalier, Balaguer, los de las naciones ricas y explotadoras (como Estados Unidos, Canadá y Francia) y otros sinvergüenzas, acompañados de una clase empresarial agiotista e indolente, es la causa eficiente y final de la crisis haitiana. No me vengan con más cuentecitos.
En nuestra relación con Haití han faltado decisiones valientes y firmes y transparentar los intereses.
No culpemos a un pueblo hambriento que ha tenido que salir despavorido a República Dominicana, a Brasil, a Chile y a otras tantas naciones desarrolladas o no para poder sobrevivir.
Somos crueles si lo hacemos. Incluso, si lo hacemos estaríamos decretándole una deportación inmediata a más de un millón de dominicanos/as que viven en muchas naciones sin un documento más que un
Acta de Nacimiento. Esa Acta es valiosa, pero legalmente no le sirve para nada desde el punto de vista laboral.
Cuando oigo al presidente dominicano Luis Abinader anunciar su disposición de colaborar con la solución de la crisis haitiana y aplicar la ley de migración y sus reglamentos, me satisface y me da esperanza. Al presidente debemos apoyarlo.
Debe saber nuestro presidente que sòlo con la colaboración de una clase empresarial, por cierto, algunos de sus miembros son muy voraces, y con el concurso de otros sectores, algunos cómplices y otros no, sólo con ellos es que podemos contribuir eficazmente para que Haití vuelva a ser HABITABLE.