El presidente Barack Obama carece de una fórmula para derrotar al Estado Islámico, y esto es un problema en un país, Estados Unidos, acostumbrado a líderes que ofrecen soluciones rápidas y claras ante amenazas como el terrorismo. Algunos se impacientan por su reacción templada ante los atentados del 13 de noviembre en París. O le acusan de derrotismo. Obama se reunirá el martes en la Casa Blanca con su homólogo francés, François Hollande, sin alternativas a la estrategia actual de ataques por aire y apoyo a las fuerzas locales en Irak y Siria, feudos yihadistas.
El demócrata Obama, un político que ha construido su carrera con discursos memorables y una retórica de altos vuelos, ha optado por una reacción en sordina a los ataques de París. El tono contrasta con el de Hollande, que describió los ataques como un acto de guerra, y con los discursos combativos de algunos candidatos a sucederle, como la demócrata Hillary Clinton o el republicano Jeb Bush.
Obama pide paciencia. Duda de que primera potencia mundial pueda resolver sola y a golpe de bombas una guerra civil, la de Siria, que estalló en 2011, y afrontar una fenómeno, el terrorismo yihadista, cuyas causas escapan a cualquier esquematismo. Es escéptico ante una colaboración con la Rusia de Vladímir Putin, que ya bombardea en Siria. Cree que 14 años de guerras inconclusas en Irak y Afganistán deberían ser prueba suficiente para pensárselo bien antes de intensificar la implicación en Oriente Próximo.
“Es muy fácil destruir al ISIS [siglas inglesas del Estado Islámico]. Sabemos precisamente como hacerlo”, dice Jeremy Shapiro, que trabajó en el equipo de planificación política del Departamento de Estado y ahora es miembro del laboratorio de ideas Brookings Institution. “Podemos bombardearlos y enviar tropas. Podemos tomar de nuevo Mosul, Raqa, Faluja y Ramadi”, añade, en alusión a ciudades de Irak y Siria que el ISIS ha conquistado. “Ya tomamos Faluja, Ramadi y Mosul tres veces en el pasado. A estas alturas sabemos hacerlo. Pero, ¿para qué?”
Según Shapiro el ISIS, o un grupo similar podría volver al cabo de dos o tres años, como ocurrió tras la retirada de EE UU de Irak en 2011. Cuatro años después, los yihadistas ocupan parte del país y de la vecina Siria.
“Ni los bombardeos ni las tropas terrestres responden realmente al problema”, dice. “El problema no es que nos falte la voluntad política o que nos falten recursos: el problema es que no tenemos la solución”.
Shapiro sostiene que el problema deben resolverlo los actores locales. Cualquier intento de sustituirlos, de imponer la solución desde fuera, sólo lo empeorará. “Y es por eso por lo que la posición de la Administración Obama es un esfuerzo para hacer lo suficiente para contener el problema pero no tanto como para quitarles a los actores locales la responsabilidad de abordar ellos el problema”, dice.
Diferencias de tono
Las diferencias entre Obama y Hollande, Obama y Clinton, y Obama y Jeb Bush son más de tono que de contenido.
Sí, Bush quiere más tropas, además de los 3.500 militares estadounidenses que ya están en Irak y el medio centenar que debe desplegarse en Siria. Clinton habla de enviar más fuerzas especiales y de crear una zona de exclusión aérea que los aviones no puedan sobrevolar. Pero nadie, salvo candidatos marginales y algunos halcones en el Congreso, propone repetir una invasión al estilo de la Irak en 2003, ordenada por el presidente George W. Bush, el hermano de Jeb.
“Francamente, lo que ocurre después de todo acto terrorista es una carrera para adoptar posiciones políticas que logren votos”, dice Anthony Cordesman, catedrático de Estrategia en el CSIS (siglas inglesas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales). “Si se trata de buscar soluciones dramáticas e instantáneas: primero, ganar sobre el terreno en Siria e Irak no detiene el terrorismo del ISIS u otras células hostiles fuera [de estos países]. Y segundo, no puedes ganar en Siria e Irak a menos que proporciones, al mismo tiempo, una victoria militar y alguna estabilidad en áreas pobladas”. Cordesman cree que simplemente hablar de “destruir al ISIS”, sin tener en cuenta las divisiones entre árabes y kurdos, o entre suníes y chiíes, es una muestra de ignorancia.
En 2013 EE UU estuvo a punto de intervenir contra el régimen del sirio Bachar el Asad. En 2014, finalmente intervino, pero contra el ISIS, enemigo de El Asad. Un año después, los atentados de París ponen en duda la estrategia. Los titubeos de Obama —y el reconocimiento que EE UU no es un país omnipotente que pueda resolverlo todo— impacientan a algunos.
“Hollande es mucho más serio [que Obama] respecto la amenaza del ISIS”, dice Danielle Pletka, del laboratorio de ideas conservador American Enterprise Institute.
“No deberíamos estar reaccionado a París. Deberíamos estar haciendo esto desde mucho antes. Tendríamos que haber hecho algo para ayudar al pueblo sirio en 2011, y quizá habríamos evitado el ascenso del ISIS. Nunca deberíamos haber retirado las tropas de Irak. ¿Qué deberíamos hacer ahora? Necesitamos más personas sobre el terreno, y más ayuda y mucha más potencia aérea”.
A la pregunta de si con más tropas y bombardeos sería posible derrotar al ISIS, Pletka responde: “¿Estás de broma? Somos los Estados Unidos de América y ellos son un puñado de terroristas. Sí, claro”.
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