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Exterior Opiniones

¡Somos dominicanos, firmes ante Haití!

Profesor Raúl Mejía Santos

Por Raúl Mejía Santos

 

Ante la difícil situación que embarga al vecino Haití, el pueblo dominicano ha llegado a una sola e innegable conclusión: ¡somos dominicanos, firmes ante Haití! Podemos pertenecer a distintas parcelas, interesarnos o no por temas nacionales, vivir al margen de acontecimientos noticiosos, simpatizar o hacer vida política dentro de las distintas organizaciones habilitadas para ello, pero al unísono y desde distintas direcciones del escenario nacional se escuchan voces en defensa de la dominicanidad que nos caracteriza como pueblo caribeño.

Dentro del marco del respeto, la igualdad, solidaridad y el derecho soberano de cada pueblo a coexistir pacíficamente en nuestro hemisferio, los dominicanos hemos afirmado nuestra identidad ante campañas desleales y coordinadas para lacerar la imagen del país en el exterior a propósito de la situación haitiana.

A pesar de los múltiples llamados para que la comunidad internacional asuma su deber regional y socorra al pueblo vecino, considerando la gravedad de las condiciones actuales y los acontecimientos suscitados en los últimos meses, desde el magnicidio del presidente Moise,  parece que los países con la capacidad de auxiliarlos dan la espalda y guardan silencio e indiferencia. A Haití la han soltado a la deriva, como barco sin rumbo ni puerto seguro donde atracar. Cualquier persona prudente y razonable preguntaría la razón de algo tan evidente.

La inseguridad y el drama humano que vive su gente impresionan y conmueven a cualquiera, es difícil ignorar esa cruda y triste realidad justo al lado de nuestro pedacito de isla. Las organizaciones regionales, tales como la Organización de Estados Americanos, la Comunidad Caribeña y Naciones Unidas, han resuelto no actuar y prefieren, por conveniencia malsana, ignorar el problema que amenaza con desestabilizar la región. La situación que viven nuestros vecinos se ha desparramado, convirtiéndola en asunto de seguridad regional.

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Estas organizaciones han evadido el mandato que le imponen sus respectivas cartas constitutivas de actuar cuando existen condiciones hemisféricas que alteren la pacífica convivencia de los pueblos americanos. En Haití se vive una real y latente crisis humanitaria y de gobernabilidad que pone en peligro la estabilidad de toda América.  No hay gobierno, no hay interlocutores, no vemos solución.

El pueblo dominicano no es titular exclusivo del problema haitino, es un vecino de buena voluntad que busca soluciones permanentes dentro del marco de los poderes soberanos de las naciones que forman la comunidad caribeña. La República Dominicana no es Haití, no puede asumir la carga de una crisis interna ajena y mucho menos adoptar una posición vulnerable que lesione su integridad nacional.

Ante ese panorama desalentador, los dominicanos tenemos el deber patriótico de mantenernos firmes frente a las pretensiones foráneas que alientan la disolución permanente de los límites fronterizos entre ambas naciones.

La prensa internacional, la academia, el gobierno estadounidense, el canadiense, el francés, las organizaciones humanitarias que viven de la miseria económica e institucional haitiana, administrando sumas millonarias donadas sin rendir cuentas, no son fuerzas suficientes para desaparecer los quinientos años de historia y tradición que forjaron la fundación de nuestra república.

Somos pueblos unidos por lazos inquebrantables, por una hermandad que alienta nuestra solidaridad cada vez que Haití entra en crisis, lo cual parece ser eterno. Sin quererlo los intereses coloniales europeos sellaron nuestra convivencia a perpetuidad, no así la misma historia o la misma identidad cultural.

Los dominicanos hablamos el mismo idioma, llevamos el mismo mensaje. No hay parcela distinta, todos somos hijos de Duarte y la patria es infinita. No puede haber una solución dominicana a la crisis e